Un pentagrama con mi decadencia ya no alcanza,
hoy en día poco me basta
a excepción de la luna a las tres de la mañana.
Suplicio y tormento
como todavía puedo leerte la mirada
aunque la noche cante mi nombre y todos mis deseos me atraviesen
como palabras embriagadas.
Lo que alguna vez aprendí
lo digerí y lo escupí,
como un animal de apetito insaciable
pertenezco a los monstruos que se esconden en la profundidad de sus encantos.
Así es y siempre será,
hasta deshacerme en polvo y silencios,
bifurcaciones y poemas,
una anécdota lo suficientemente desabrida como para contar.
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