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Apercepciones; HABITACIONES (3/11)

Oct 10, 2025

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Apercepciones; HABITACIONES (3/11)
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Fabián caminó cabizbajo durante una hora, con el alma entumecida de sensaciones distantes, pensaba en Romina y sus últimas palabras y le daba vuelta una y otra vez a lo que había vivido; en todo lo sucedido en los últimos años, y como algunos conocidos le hablaron entonces. ¿Eran amigos? Ahora se preguntaba incierto, ya que ella lo llamó su amigo y hoy no entendía, él solía no negarle el copete de amigo a nadie y quizás por eso no valoraba lo importante que era que otras personas lo consideren su “amigo”, así para Fabián el amigo era algo un tanto devaluado, para él todos formábamos parte de una comunidad abierta, todos éramos amigos, eso no significaba, claro, poner la cabeza en la picota debajo del hacha del verdugo siempre y con todos, pero tendía a confiar imprudentemente y a arrepentirse después. Ella lo llamó “amigo”, y el se interrogaba obsesivamente: ¿qué es un amigo?

Continuaba avanzando por esos tramos de la ciudad que él conocía muy bien. El día había sido cálido, tórrido, insoportable, día estival. Caminó entonces por los lugares de siempre y toda la vida, bulevar, la peatonal, el centro. La atmósfera era azul sus pensamientos oscilaban entre esos tópicos como nudos que le permitían navegar, saltó de la AMISTAD de Cicerón, y el “hablar con alguien como con uno mismo” y Leibniz, irónicamente como si de una mónada se tratara venía absorbiendo cosas, sentimientos y mientras cavilaba algo maduraba en su mente, o alma, o como quieras llamarlo.

Fabián llevaba su sombrero cubano que lo resguardaba de la luz, aunque esta ya comenzaba a disiparse siendo reemplazada por la intensidad de los faroles. Cerca de la bombonería vio pasar un grupito de amigos, -o, nuevamente, conocidos-. Hizo cuanto pudo por disimular su desconcierto de no saber cómo llamarlos o de revelar que su cabeza iba por las nubes, sin embargo, subterráneamente la sensación de alborozo maduraba, se incrementaba y las pequeñas percepciones inconscientes pronto devendrían una apercepción y lo sabría. Pero todavía no, todavía se balanceaba al compás de sus pasos, y caminaba meditativo.

Llegando a su casa, pescó las llaves desde el hoyo de su bandolera en donde solía entrecruzarse con un falso fondo producto de la desidia de su bolso. Injertó la pieza del cobre falso en la ranura, realizó el movimiento de torsión y subió peldaño a peldaño: Una lista de instrucciones inverosímiles que aparecen como el colmo de la pretensión, mas durante años parecía que estuvo sometido a los vaivenes de ellas sin ser consciente, y la luz se hace cuando analizamos, valga la redundancia, analíticamente los hechos sencillos, como expresaría a continuación.

Tras subir la escalera, ingresó en la habitación que servía de cocina y lo vio a su colega terminando su preparado. Aquel le dijo que llegaba justo a tiempo, y que alcanzaba para él. Fabián asintió con la cabeza, saludó gentil y se dirigió al baño. Se contempló en el espejo. Tenía los ojos marrones lánguidos, pero la mirada serena y calma. Algo había cambiado, pero de todos modos el adiós final que se negó a concederle le propiciaba cierta paz. Pero necesitaba superarlo.

Cuando se arrimó a la mesa su amigo lo esperaba. Comieron en silencio. Luego de unos minutos contemplando el abismo donde Fabián miraba un punto fijo imaginario que cambiaba de lugar como una nube de electrones, o como el chispeante rastro de la luz en los propios párpados cerrados despegó los labios y dijo:

-¿Alguna vez te sentiste viajar en el tiempo?-

-¿…?- Rodrigo lo miró curioso pero estaba acostumbrado a que su amigo empezara conversaciones de esa manera, así que lo dejó seguir.

-Quiero decir, no literalmente como nos hicieron creer en las películas de ciencia ficción. Quiero decir, es la conciencia la que viaja. Y no es que se desplace por el cosmos o el mundo. Pero… a ver…- hizo una pausa como midiendo las palabras -Pensemos en esta habitación: hace años que vivimos aquí, las paredes han mudado de color, se han descascarado, los trapos que usamos para tapar las rajaduras en los muros no siempre son los mismos… esta biblioteca, la computadora, la ventana. Sí, nada es eterno, pero convendrás en que hay cosas más perdurables que otras y que están menos sujetas al cambio que una corriente de viento. Digamos, estos ladrillos que nos rodean desde los cuatro lados; estas paredes han sido los testigos de nuestras más variadas aventuras. Pero quiero decir que “al viajar en el tiempo” cuando uno viaja, se siente menos real que la habitación. La habitación es esencial, ¿no?, uno no, uno es inesencial. Uno está de paso y cuando esto sucede se siente poquita cosa, y sus pensamientos se arremolinan, y vagan, se emancipan. Uno habitualmente se siente el eje de su vida y de su conciencia, pero aquí su conciencia se arrojó afuera, está en medio de las cosas, SON las cosas, las cosas son UNO. A veces nos sucede en la cotidianeidad. Todo el tiempo.- Fabián volvió a detenerse, como buscando imágenes -Si yo te digo, no sé, la plaza Pueyrredón, si te recuerdo las estatuas de la fuente y el centro de la plaza seguro tu conciencia viaja como yo ahora. Seguro ves, pero no ves esas impresiones, se aparecen en tu alma, quizás no con los ojos, pero las ves. ¿Qué ves? Entre otras cosas, lo que ves lo ves con las emociones, lo que viaja sos vos con tu equipaje de recuerdos, y en el fondo es indistinguible cómo te sentías entonces y cómo te sentís ahora, el sentimiento es UNO Y EL MISMO. Y a eso yo llamo viajar en el tiempo.

Aunque no es todo. Es como que ahora sí, uno es lo esencial, el entorno no importa, uno puede estar aquí o en la China y remite todo al YO, ese nudo de la experiencia. Y desde la China puede sentirse y evocar esta conversación que tenemos. Claro que la memoria es falible, no recuerda todos los detalles, así agrupa en colectivos de recuerdos hechos similares. El punto es que son indistinguibles.

Pero entonces es cuando se vuelve inesencial, porque la geografía lo induce a uno a sentirse cómo se sintió en esos lugares ya que ha perdido el control, pero es borroso, una sensación extraña como de sueño, de deja vu, de haber vivido eso, y mientras va caminando por la calle cada pequeño segmento del recorrido evoca un recuerdo, de vuelta, uno ya no es dueño. Ergo, viaja en el tiempo. Calle Catamarca, abigarrado conjunto de recuerdos y sensaciones en esa calle, la farmacia, el Royal, el puestito de diarios donde ahora venden caramelos, el recuerdo de un kiosco, los canteros de palmeras, todo está ahí, indistinguiblemente confundido en estos 30 años de vida. Calle Tucumán, cómo se sintió en el banco, calle Salta, cómo se sentó en el banco, las veces que estuvo caminando por la peatonal, ahí, solo o acompañado. Ergo, es inesencial, ergo viaja en el tiempo. Y esto puede suceder sin que necesites desplazarte por el espacio. Lo he descubierto, a eso, a eso lo llamo ANSIEDAD.-

-Bravo, contale a tu psicólogo.-

-Naturalmente.-

Fabián se sirvió un vaso de soda y comenzó a beber tras su larga alocución, Rodrigo siguió comiendo algo pensativo. Luego le dijo:

-Entonces es como si el mundo te aconteciera. ¿Qué te parece? Pensalo en términos de sistemas de referencia, como si tu cuerpo siempre estuviera quieto, en reposo, y fuera el mundo el que se desplazara.-

-Sí, tiene sentido…-

-Lo que decís es que no somos dueños de los pensamientos, sino que ellos vienen a nosotros, nosotros no los producimos, sino que la geografía los desencadena, ¿no?-

-Exacto.-

-Bueno, pero eso no puede ser tan pasivo, por ejemplo, cuando me mencionaste la plaza yo activamente reconstruí ese espacio.-

-Sí, pero no olvides que se apareció a tu conciencia por el estímulo verbal que te produje.-

-Sea, pero la plaza estaba ausente y yo la evoqué, no fue espontáneo sino que debí esforzarme en seguir tu argumento.-

-Sí, sí.-

Permanecieron un rato en silencio.

-Personalmente- dijo Rodrigo -Mis preocupaciones aparecieron cuando empecé a escaparme del libreto. Quizás haya una forma de paz, en los conceptos delineados. “la quietud estaba adentro” decía Adrián Abonizio. Quizás si uno se concentrara mentalmente en las escasas certidumbres que tiene y se volviese más introspectivo podría tranquilizarse.-

-Puede ser, pero esta ansiedad para mí es un espacio de revelación.

-Claro, pero la pasás para el culo. Quizás haya que dejar de intentar absorber todo lo que se presenta. Si al mundo físico, de por sí infinitesimalmente pequeño le sumamos el mundo del espíritu humano estamos condenados.-

-Je, venía pensando en Leibniz, precisamente.-

-Bueno, entonces lo sabés, el mundo es infinito, la mente es finita y no puede captarlo todo, cuando está desbordada te pasa eso de “viajar en el tiempo”.

-Es posible, pero qué alivio encontrar palabras para esto. Algún día escribiré algo al respecto.

-Me parece bien.-

Y siguieron comiendo.

Bonchi Martínez

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