Sinceramente no sé cuantas veces te he dicho te quiero,
y no porque te quiera,
sino porque no lo creo.
No recuerdo los días buenos contigo
ni tampoco cuando me dabas gracia.
No recuerdo el color de tus ojos
ni tampoco confiar en tus palabras.
Eras mentiras y seducción,
aprovechándose de un inocente corazón.
Tu fría atención y tu larga búsqueda por recolectar la mirada de otros hizo que mi mente nublara lo bueno que hay en vos.
Y aún así no puedo juzgarte, tu tibio sentimiento contagió como una fruta podrida parte de mi corazón,
la parte donde te mantengo escondida como un ritual; mi maldición.
En el azar del destino nos cruzamos nuevamente,
y puedo decirte sin importar como te sientes que mi mirada perdió ese algo que algún día logró en mi convencerme,
lo que hoy en día intento borrar;
el recuerdo en el cual empecé a conocerte.
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