mobile isologo
buscar...

Antropólogos de colectivo

Lara

Sep 24, 2025

183
Antropólogos de colectivo
Empieza a escribir gratis en quaderno

El viaje en colectivo, tren o cualquier transporte público puede ser, a) una experiencia religiosa, o b) una experiencia cercana al infierno. El simple hecho de encontrar un asiento vacío —o que justo la persona de al lado se baje y te lo ceda— es, para mucha gente (incluida yo), algo que cambia la mañana y casi el resto del día.

El transporte público que nos lleva al trabajo, a los centros de estudio o a cualquier destino nunca te excluye de la socialización, por más que lo intentes. Podés ponerte auriculares con cancelación de ruido, hacerte el dormido cuando el rapero del vagón te recita unos versos o probar cualquier excusa: si prestamos atención (y somos un poco chusmas), siempre hay historias a nuestro alrededor. Cuando viajamos parados, ¿Quién no leyó las noticias que revisaba en su celular el chico de camisa que viajaba sentado? ¿Quién no se indignó al escuchar como la señora mayor se quejaba con su amiga acerca de su vecina problemática? ¿O se preguntó por qué la novia del muchacho le escribió un mensaje enorme que terminaba en: “por ahora, no quiero nada con vos”?

Como pueblerina que viaja unas cuatro horas hasta la capital, esos escenarios fueron mi entretenimiento diario. Al principio necesitaba música para soportar el trayecto, pero con el tiempo empecé a valorar esos momentos en los que me permiten jugar a ser una antropóloga del transporte público.

Casi no puedo evitar mirar por la ventana. Miles y miles de personas pasan rápidas, como si fueran una ilusión óptica. Muchas veces esto se parece a un safari: vemos a las personas siendo humanas —algo que falta en una sociedad donde todo es pose y perfección para el posteo para redes sociales—. En el vidrio del colectivo eso no existe. Vemos a la madre soltera con mil cosas en la cabeza atando con amor los cordones de la zapatilla a su hijo mientras el otro pide un helado; al mozo joven de un viejo bodegón embobado por la belleza de una chica apresurada que claramente llega tarde a su destino; o al dueño de la florería enseñándole a la nueva empleada a armar arreglos de rosas.

Cuando el mundo pesa, mirar por la ventana del transporte me hace sonreír. A veces es mi forma de evadir la idea de que tengo que estar dos horitas más parada hasta llegar a la estación de mi ciudad. Y también, mi fuente de inspiración.

En esos viajes encontré vínculos que se volvieron parte de mí. Un guitarrista me regaló las mejores bossa novas que escuché y la historia detrás de cada una. Una cantante del San Martín, con un vozarrón espectacular, me hizo descubrir la canción “Detectives” interpretada por Fabi Cantilo. Y el chófer del 134, que reparte cumplidos a cada pasajero para sacarles una sonrisa.

Un día llegaba a la estación Villa del Parque muy cansada y hambrienta. Iba con mis inseparables auriculares —un regalo de Dante, un vendedor amigo— escuchando Man Ray y disfrutando un alfajor, cuando mi placer momentáneo se vio interrumpido por un grito desgarrador. Era una chica muy bonita, de flequillo y pelo negro, que lloraba con el teléfono pegado a la oreja. Todos la miraban. Ya no parecía darse cuenta del tono de su voz: hablaba con un hombre que, según expresó entre reclamos y llantos, la había dejado porque su exnovia estaba embarazada de él.

—¡No podés hacerme esto! —gritaba—. ¡Yo te esperé toda la vida!

Tras unos diez minutos de llantos y gritos de telenovela, cortó. Me acerqué para ofrecerle un pañuelo y decirle que no sabía qué le pasaba, pero que algún día todo iba a estar mejor. Ella me sonrió con desesperanza, con unos ojos tristes que probablemente nunca olvide, y dijo:

—Qué difícil es el amor, ¿no?

De repente llegó un tren (desafortunadamente no el mío, que tardaba diez minutos más). Me saludó y se subió al vagón; la vi suspirar con aire de tristeza antes de irse y no volví a verla jamás.

Esa tarde entendí algo esencial del ser humano: llorar, emocionarse, sufrir, reír y caerse forman parte de todos nosotros. Aunque bajemos en estaciones distintas, la mayoría compartimos un amor no correspondido, las mismas ganas de compartir nuestro amor por la música o de aprender nuevas cosas. Soy de las personas que tienden al pesimismo cuando pienso en el mundo, pero esos momentos me recuerdan lo que significa estar viva. Y si tengo una preocupación que parece eterna, probablemente pase, como todas esas personas que veo alejarse mientras miro por la ventana del colectivo.

Lara

Comentarios

No hay comentarios todavía, sé el primero!

Debes iniciar sesión para comentar

Iniciar sesión