Antes o después

Hoy cumplo cuarenta y ocho años. O capaz que cuarenta y siete. No sé. Es decir, no es que no sepa. Es que dudo.

Aunque, diciendo bien, si alguien me preguntaste ahora cuántos años cumplo, yo respondería, con toda la certidumbre que cargo en la espalda, son cuarenta y ocho. Pero claro que también puede ser que sea y siete.

Y ahí está, al final, otra vez, la duda. Y seguramente alguien me pregunte hoy, en la calle, en el trabajo, en la casa a la hora de la vuelta, seguramente alguien me increpe con sus preguntas viscerales y sus necesidades de satisfacer una cosa (otra) de manera exacta y específica.

No es que me sienta especial por esto. No me enorgullece; mas tampoco me avergüenza. ¿Qué clase de ser humano hay que ser para saber cada año del pasar del tiempo, del cuánto pasó? Si todos se parecen tanto y algunos tan largos. ¿Cómo tener certeza de si fue uno o son dos? No sé, pero descubrí que no soy.

En la fecha, hacer los cálculos pertinentes se torna un recurso no confiable, lo mismo que recordar el anterior y menos que recordar el paso de toda la vida. Más a los cuarenta y tantos...

La carga del problema se adjudica a un asunto: la torta o, más específicamente: las fotos de la torta. Porque el día se pasa rápido y hasta ahora el cuarenta y ocho me viene salvando pero porque todavía no cayó el mensaje que está por caer. ¿O me preguntó anoche? Espero no haber dicho cuarenta y siete.

Porque es cuarenta y ocho ¿no? Pero fijate si sí, si cumplo cuarenta y ocho y yo diciendo cumplo cuarenta y siete, y en las fotos de Facebook de Márcia aparece el número enorme encima del chantilly, y los comentarios de mis amigos y mi familia mofándose de yo haberme dado un año menos.

Mejor haberme dado un año más. Porque el día se pasa rápido y, ya camino a casa, con la foto de la torta y el cuarenta y ocho en mi celular, con toda mi familia ya esperándome (sin haberla visto del todo) para tomar cuantas fotos de igual sonrisa pudiesen sacar tres, cuatro, cinco celulares al mismo tiempo...

Y me alegra que cuando el chófer del ómnibus me preguntase cuántos al oír por un audio, no dudase yo al responder que hoy

Hoy cumplo cuarenta y ocho años.