Añoranza.

He cubierto mis días de cálidos abrazos, recubriendo cada espacio de ellos con trazos, construyendo un enorme vacío hecho para mí. En ellos descubro mil y una formas diferentes de ya no pertenecer, de perder todo lo que poseía enajenada a esta realidad, me doy libertades restringidas, vago en limbos de palabras que he callado y desiciones que he tomado, pero en ninguna vida mía elegiría la compañía, es por eso que ni siquiera a ti te he elegido, mis enredaderas me forzaban a envolvernos y colgarnos para después dejarnos.

Todo lo que fuí y lo que seré es inasequible ante tus ojos, ante la visión de mis vulnerabilidades que me siguen arrastrando al hoyo en el que siempre te encontré. Los perjuicios a mi corazón han sanado, pero mi hambre voraz inquieta a mis deseos se adueña de mi razón y me invita a probarte una vez más. Ahora mismo me preguntó si seguirá funcionando cederte, el puente que existía ya ha quebrado cualquier rastro de conexión y mi gusto ha perdido la idea de volver a disfrutarte. Ya no bajarán mis dedos por el desierto de lunares, ni mis labios por la torre de nuestros sueños o mi boca por las llanuras caminantes. Se acabará mi obsesión por conocer cada rastro de tu mundo y entonces ahí estarás seguro que me hundí desde que te conocí, me hundí en los caminos solitarios, en los bosques de tu calma, los dos oasis de tu cara, las cascadas de tu alma y a pesar de todo, desde el principio sabía que solo era eso. No había más, no podía quedarme, no quería quedarme. Pertenecí alguna vez a algo que ya he olvidado, fuí parte de un todo. Y el amor que se ha consumado siempre deja odio hechas cenizas, pero ni siquiera con todo los escombros de mi ser yo podría dar paso a un incendio, mi amor no se consume o se acaba, siempre existirá en mí. Yo soy quién posee su propia voluntad y exime a cualquiera de responsabilidades incorrespondidas. Y desde siempre yo te he liberado.