No existe una nomenclatura precisa que abarque lo que me vincula a ti: no eres amante, no eres hermano, no eres figura de tránsito. Eres una anomalía afectiva, una excepción a todo lo previamente categorizado. Y, aun así, encajas sin fricción en mi vida, como si siempre hubieras estado predestinado a ocupar ese espacio difuso entre lo emocionalmente seguro y lo potencialmente devastador.
No he podido, hasta hoy, decodificar con exactitud la naturaleza de tus silencios ni la intención velada de tus actos.
No sé si lo tuyo es ternura incondicional o un amor cuidadosamente encapsulado bajo capas de contención y respeto.
Pero lo intuyo, lo presiento en tu forma de escuchar lo que no verbalizo, en tu habilidad casi quirúrgica para percibir las grietas que otros ignoran. Y en esa lucidez tuya, en esa forma tan tuya de estar, radica una de las lealtades más sofisticadas que haya conocido jamás.
Él me ama a su modo, o finge hacerlo, con sus limitaciones, con una constancia imperfecta que no alcanza a mitigar mis heridas. Con su indiferencia, con su distancia, la voz elevada. No es desamor, pero sí es insuficiencia. Y tú, observando desde esa distancia moralmente impecable, sabes (aunque no lo digas) que podrías hacerlo distinto.
No mejor desde la vanidad, sino más íntegro, más cuidadoso, menos punitivo.
Y sin embargo, no te adelantas, no cruzas ese umbral.
Te limitas a ser compañía, a sostener sin asfixiar, a brindarme esa forma de consuelo que no humilla ni exige correspondencia.
Esa contención tuya, tan íntegra, tan ajena a cualquier estrategia emocional, me confronta más que cualquier gesto romántico deliberado.
No sé si algún día podré mirar lo nuestro sin esa bruma de ambigüedad, sin el eco de lo que nunca se explicitó.
Pero si algo tengo claro es que tu existencia ha redefinido mi concepción de afecto, de presencia, de lo que implica realmente cuidar a otro ser humano.
Hasta entonces, guardaré este equilibrio frágil entre duda y certeza como uno de los regalos más complejos y valiosos que me has brindado, sin exigir más que la verdad que podemos sostener.
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