Anhelo/Querencia

Anhelo.

Pasaron días desde que el haz de luz de esos focos no iluminan mi vereda, sin embargo parecen décadas, siglos. Parecería increíble si te digo que las palabras juegan a esconderse de mí al tratar de describir el anhelo inmensurable que habita en todo mi ser. El anhelo de sentir esa cálida brisa que anuncia la muerte del verano, el suave y dulce rocío que humedece mis áridos labios, el tierno tacto de esas hojas de fresno que acarician cada centímetro de mis brazos. Anhelo todos y cada uno de esos elementos que me elevan a un plano distinto al terrenal, y que se arraigan con fulgor en lo más profundo de mi alma.

Querencia.

No puedo dejar de pensar en encontrar una palabra nueva que defina estos sentimientos que me poseen y me provocan tanta euforia, tantas ganas de salir corriendo y gritarlo a los cuatro vientos, que no quede sobre la tierra ser vivo que no sepa que:

Te adoro tanto, como los egipcios adoraban a los gatos.

Te quiero tanto, cómo un niño quiere a su peluche favorito.

Te deseo con tanta persistencia, como el perro que quiere atrapar su cola.