A veces pienso que de tanta anestesia nos voy matando.
Debe de haber un punto justo, debe caber en algún frasco como éste, miralo.
Y aunque seguís mandando algún mensaje o viendo algún vídeo yo no voy a reparar en otra cosa. Porque yo no sé pensar nada que me preocupe demasiado estando tan cerca tuyo, a excepción, de este estado en el que no me preocupa nada, que parte del mismo lugar.
Entonces te miro, cansada como siempre, tomándote un respiro del que me adjudico una parte y me encanta serlo, mientras yo me voy tomando el mío sin dejar de mirarte, porque el respiro que precisa el correrte los ojos me quitará el sueño mañana, y pasado, y al día siguiente y así sucesivamente hasta que vuelvas.
Hasta que también te haya dolido lo suficiente el mundo como para precisar algo más de anestesia. Porque no creo sinceramente que lleguemos a ser más que eso. Entonces me freno, estoy disfrutando la pausa, suelto mi pluma manchando un poco el cuaderno, te camino por el costado de tu banquito sin respaldo, te paso lo suficientemente cerca como para sentir que aún estás.
Y me basta un aroma, un resoplido, un mínimo tacto con tu pelo para que aquel viajecito hacia tu periferia me haya llenado.
Y se qué es un juego algo más grande, porque pasado algún tiempo y en alguna excusa callada volvés.
Y esa vuelta no es más que como yo llamo a tu parte del juego,
entonces me pasás cerca, me hacés un chiste, me insultás por lo bajo.
Y creo, que cuando me pellizcás es para testear si estoy lo suficientemente despierto o hay que atenuar todo un poco, procurando, que la cura no nos mate del todo, o nos mate lo suficiente para volver a enfermarnos las veces que sean necesarias, para acercarnos un poco otra vez.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión