Mientras dejaba caer el agua por mi espalda y esperaba los cinco minutos para que el acondicionador cumpliera su función, creé diez diferentes monólogos que me hicieron pensar que sería buena idea plasmar. La cosa es que una vez estando fuera, mordisqueando un lápiz de madera con mis incisivos centrales he olvidado la mayoría y no es algo nuevo, de repente me brotan diferentes ideas pero estas nunca llegan a ser transcritas por falta de memoria.
En tanto desvarío, me puse a pensar sobre la identidad o algo similar. A través de los años he pasado por diferentes intentos de algo. Letras, arte, moda, filosofía y estoy segura que si sigo viva, es una lista que podría expandirse. Nunca termino nada de lo que empiezo. Para los astrólogos esto se podría justificar con el ser géminis, para los normales, solo soy una indecisa que es incapaz de sentar cabeza en algo y para mí.. para mí es el intento de ser algo cuando sigo siendo nada.
Con el pasar del tiempo he compartido diferentes círculos, he conocido diferentes personas y siempre tienden a surgir las preguntas típicas de: ¿Quién eres?¿Qué te gusta? Yo nunca he sabido responderles, simplemente la ignoro y disfruto de los otros hablar de sus características, de lo que se adueñaron. Siempre tienden a identificar rápidamente a su persona en personajes, canciones y no balbucean, cuando me preguntan, termino procediendo incluso con 10 opciones que incluso pueden ser completamente diferentes entre sí. Cuando otros me quieren encasillar, suelen buscar opciones múltiples que irían a juego pero también me desestiman de otros porque no hago esas cosas como otros sí las hacen.
Escribo desde que tengo once, la verdad no hay mucha diferencia entre las palabras, mis letras nunca han sido escritas en prosa ni mucho menos fueron vanidosas. En sexto de bachillerato gané un premio para participar en un concurso de poemas para una editorial grande de mi país, sin embargo, se me sugirió que escribiera algo menos visceral, algo más de mi edad. Así fue como cambié de rumbo, tomando otras posesiones más inofensivas e ingenuas, gané el tercer lugar. Desde ahí, escribía sin parar, sin embargo, siempre he sido lo demasiado tímida y terca como para dejar que algo quedará por ahí.
Hoy día, prefiero no escribir mucho, me aburrí de siempre tocar los mismos temas y redactarlos en diferentes formatos con el mismo infortunado léxico. A eso le sumo que en mis adentros, sufro de la perspectiva de que todo lo que escribo no me pertenece, son partituras de algo que leí a los seis, algo que escuché en la cafetería recién cumplidos a mis 18, son la música que guardé al inicio de año sin control, o fue la cantidad de libros que leí en estos últimos cuatro meses que nunca terminé. Además, volver a hacerlo sería reconocer mi cuerpo y ya no quiero, prefiero volverme ignorante a mi propio verso, ya he tenido mucho bocado desportillado de mi descenso.
Nunca he tenido la fortuna de una confesión de amor, o bueno, ¿podríamos contar aquellas dónde un moreno tiene la mirada desorbitada mientras yo me encontraba encima de su cuerpo moviendo mis caderas frenéticamente y les ha parecido un buen momento para articular sosamente frases como "me gustas tanto", "sos de antaño", "sos un sueño y un privilegio"? Pregunto porque luego de dos semanas me encuentro parada frente a ellos en la vuelta de la esquina soportando escucharlos soltar un guión que pareciera se hubieran pasado entre ellos diciendo que con mi rutina exigente de amor les apetece sufrir de hambre hasta que otra dama se les cruce y me dan su mano con gentileza en forma de despedida. Desconozco de igual manera lo que es un amor devoto, pero lo que sí sé, es que siempre he sabido dejar algo roto.
No logro ser nadie pero tampoco nada,
soy un espectro, no tengo nitidez.
Cuesto, malogro, me recuesto.
No tengo brecha y cuento con poca fe.
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