Todo se siente tan mal últimamente.
[Nada de esto es mío;
yo no soy mía,
está sangre que circula dentro de mi no es mía,
este cuerpo no es mío,
ni siquiera estos ojos cansados que te ven son míos;
todo dejo de ser mío,
todo dejo de tener razón,
tal vez lo único mío sea esta tristeza que ha habitado en mi ser desde que soy un Ser,
tal vez y lo único que me acompaña sea está melancolía,
tal vez siempre sea mía está aflicción]
La sábana se pliega, el aire no me nombra.
¿De dónde surge esta inquietud que me consume?
No es mía la piel que me recubre,
ni el latido que bombea un rumor incierto.
Esta carne, un templo ajeno y olvidado,
respira un vaho que nunca fue mi aliento.
Soy una casa sin dueño, una ventana
por la que solo pasa el viento.
Mis manos, nudos ciegos en el tiempo,
extranjeras a la textura de lo propio.
¿Quién las movió para escribir este lamento?
No soy la dueña de este hueso, de este nervio.
La sangre, un río rojo, no me riega.
Fluye sin mi permiso, sin mi ruego,
por venas que no sienten mi pertenencia,
un torrente prestado, puro juego.
Los ojos, sí, estos ojos cansados que te miran,
charcos vacíos de una luz extinguida.
Tampoco son míos. ¿De quién son sus pupilas?
¿Qué sombra ajena vela su partida?
Todo se desprendió, hoja tras hoja,
del árbol que creí mi único anclaje.
Se desdibujó la forma, la congoja
de saber que no habito este ropaje.
El mundo dejó de hilar su telaraña lógica.
Los hilos se rompieron, el patrón se hizo trizas.
¿Qué sentido, qué rumbo, qué gramática
cuando el alma se deshace en cenizas?
La razón, un péndulo mudo en el vacío,
golpea el cristal sin dejar eco.
Soy el espectro de un nombre ya baldío,
un reflejo que se niega, un eco ciego.
Tal vez lo único que me abraza, lo que es mío,
es esta tristeza, densa y ancestral.
Nacida conmigo, un eco del primer frío,
habita en mí desde que soy un Ser, fatal.
Ella es el huésped perpetuo, la raíz.
No se despega, no conoce tregua.
Es mi única verdad, mi cicatriz.
Mi única herencia, mi dolor sin prueba.
Esta melancolía, fiel compañera y sombra,
se enreda en mis cabellos como hiedra.
No se disipa, no conoce asombro.
Es la única mano que mi ser engendra.
Y esta aflicción, sí, esta aflicción es mía.
La única posesión en mi despojo.
Un ancla al fondo de la apatía.
Mi único tesoro, mi único antojo.

peregrino
Desde la herida, la palabra. Poesía como un hueso astillado, películas, fantasmas en celuloide, música, un nudo en la garganta. Existir es este temblor.
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