este domingo repetí mi liturgia más antigua:
sentarme a desarmarme.
hay algo casi científico en la manera en que me observo,
como si pudiera comprenderme desde afuera,
pero siempre termino en el mismo punto ciego: vos.
por más que intente redirigir la atención,
el corazón opera con una lógica propia, prehistórica,
una insistencia animal que desconoce el concepto de fin.
entonces aparecés en mis pensamientos
no como recuerdo, sino como hipótesis:
una posibilidad que ya no existe
pero que mi mente sigue intentando demostrar.
y ahí está lo trágico.
mi razón entiende con la precisión de una sentencia
que ya no me querés,
pero mi cuerpo permanece atrapado en un tiempo anterior,
como si conservara tu nombre en la memoria muscular.
hay una disonancia entre lo que sé y lo que siento,
y en esa grieta me quedo yo,
escribiendo para ordenar lo que no se deja ordenar.
quizás por eso todo se volvió territorio tuyo.
el rock, por ejemplo,
que antes funcionaba como un refugio
y ahora es una invasión silenciosa,
una prueba constante de que dejaste ecos
donde pensé que no entraba nadie.
habitas mis espacios más mínimos,
los que no se ven,
los que sólo aparecen cuando el día se desarma
y cae esa melancolía que no necesita permiso.
y aunque ya no me quieras,
tu ausencia sigue teniendo una presencia exacta,
casi matemática,
como si ocuparas el contorno de algo que ya no está
pero que igual pesa.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.


Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión