Casi en la cuestión propia de la existencia, no ya en los bares de olivos bajo la lluvia, casi tocando el mismo filo con el que se corta, y ya no, en la única irrupción del amor para contemplar al tren destrozando poco a poco su vía.
El peso del ahora analizarlo todo, porque ya no dan los números y no sé qué consumimos, por qué me cobran tan caro si sigo siendo fiel a arrastrarme cada mañana justo a la hora en que casi siempre, parte tu tren a retiro.
Es el peso de tu nombre, de tu evocación, de tu amplitud y peso en sí. Es verme sintiendo defasado, descubrirme sintiendo que estoy sintiendo un momento como si me viese desde aquella otra mesa, en la que nunca nos sentamos porque no te gustan los adentros, y decías y seguro insistís, en que vale más la lluvia y un poco de verguenza de ropa clara y olvido de paraguas, que la negación total del vivir en un espacio sin riesgo. Riéndose del afuera, alque necesariamente vamos a volver.
Que agobio de sobreentenderlo todo y saberlo encima pendiente, o de vos, o de un hilo, y entonces se me vuelve necesario y recursivo que no podamos consumirnos sin hacernos mierda poco a poco...
El tren regresa del retiro rumbo al tigre,
vibra la mesa,
la taza,
mis ojos,
yo.
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