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Amor de salida de emergencia

Nov 2, 2025

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Amor de salida de emergencia
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La primera vez que ella me acarició la cara, tuve miedo de que me dejara una marca. No porque fuera violenta, sino porque yo venía de una casa donde el cariño siempre dejaba moretones. Su mano tibia me rozó la mejilla como quien tantea una herida vieja, y mi cuerpo tembló, agradecido y alerta.


En mi casa el amor olía a gas de cocina y a ropa húmeda. Mamá lloraba con la radio prendida y papá decía que el silencio era respeto. Yo crecí en ese ruido apagado, aprendiendo a querer con las manos quietas y los dientes apretados.


Cuando ella llegó —la mujer que me miró sin asco—, creí que era la salida. La grieta por donde se escapa el humo. Me invitó a dormir en su cama, y el colchón crujió como una puerta vieja que no quiere abrirse. Tenía olor a jabón barato y a cuerpo limpio, y yo me sentí como un ladrón entrando en una iglesia.


A veces pienso que no me enamoré de ella, sino del aire que entraba por su ventana. De la posibilidad de respirar sin miedo. Pero en sus brazos empecé a escuchar el mismo ruido que en casa: ese zumbido entre las paredes, esa tensión invisible que anuncia el golpe antes del golpe.


Ahora duermo con su respiración en mi nuca. Me aferro a ella como antes me aferraba al borde de la mesa para no llorar. En la oscuridad, me pregunto si el amor es esto: aprender a temblar de otra forma.


Hay noches en que me despierto y su mano descansa sobre mi pecho. Late despacio, como si quisiera entrar. Y me pregunto si lo que siento es ternura o terror. Porque su piel también quema, y no sé si es por amor o porque todavía arde la casa de donde salí.

Giovanni Battista Manassero

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