Bajo el manto de la noche oscura, donde la luna con su luz murmura, se oculta un amor que no puede ser, entre sombras que no dejan ver.
Ella, la luna, brilla con fervor, testigo silente de aquel amor, susurra secretos en el cielo azul, donde un murciélago vuela sin luz.
Él, nocturno y silencioso guardián, en sus alas lleva un pesar tan gran, sabe que su amor es un imposible, más su corazón late indomable, invisible.
En la penumbra se encuentran a escondidas, susurros y miradas son sus heridas, la luna lo envuelve en su fría claridad, mientras él la busca con su lealtad.
Un murciélago y la luna, destinos cruzados, en un amor prohibido, eternamente ligados, sueñan con un mundo donde puedan brillar, sin miedo, sin sombras, solo el amar.
Pero la noche es corta, el día llama, y ellos se separan con el alma en llama, esperando el ocaso para volver a verse, en ese rincón del cielo donde el amor no muere.
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