amor

María Zambrano en una entrevista dice que el amor es una suerte del pensamiento. El amor, que aun siendo un par de conexiones en nuestro cerebro, nos otorga el sentido en una existencia carente de propósito.

Veo a unos ancianos cogerse la mano, paseo por el parque y veo a un niño caerse y sus padres yendo rápidamente a por él; observo como me mira a los ojos y aparta la mirada como si le hubiera pillado una gran mentira. Visualizo en una fiesta dos miradas encontrarse y sonriendo como si ya hubieran visto esos ojos alguna vez. Escucho a mi madre decir que le pongan un poco más de azúcar a mi padre en el café, que así le gusta él. Una chica se mira en el espejo, y sonríe. Dos amigas lloran porque su amistad se rompe. También veo a dos parejas rompiendo a los gritos, aunque no puedan evitar las lágrimas aguantadas en los párpados. Paso por el centro y escucho como un padre regaña a su hijo, aunque después se sienta mal y le compre su helado favorito.

El amor, tan complicado él, que nos confunde y hace que soltemos un grito, una mala palabra. El amor, a veces tan doblecara, tan hipócrita, que nos hace pensar que necesitamos el dolor para sentirlo de verdad. El amor, que nos da rabia, que nos da miedo. Pero el amor es otra cosa; es la poesía, el encuentro, la metáfora. Pensamos que en el corazón se encuentra el amor porque es gracias a él que vivimos. El corazón lleva nuestra sangre, bombea y bombea y cuando para, desaparecemos con él. El resto de nuestras emociones son todos esos órganos que sobreviven gracias al amor. Es la cohesión, la síntesis más importante. La tristeza, la angustia, la felicidad, la alegría...Todas, muchas veces causadas por amor, más no el amor son ellas. Pueden convivir juntas, sí, pero lo que sale realmente del corazón, ya lo decía Zambrano, sale acompansado, es una suerte de pensamiento. Y, tener suerte, no significa que duela más que el amor que consiguimos bombear.