Amnesia

A veces no recuerdo tu voz, eso que te ví ayer.

No recuerdo cómo sonaba, es evidente ya que entras y salis de mi corazón cómo si fuera un hotel, al cual solo vas porque tiene el mejor hospedaje cuando te ven llegar.

Tuve que pisar un hospital con tu recuerdo en mis manos aferrándome a él como si mi vida dependiera de ello. No sabía si buscaba que me eliminaran esos recuerdos para poder olvidarte o para que puedan ponerle puntos y cicatrizarse.

Siempre tengo algún moretón cuando te veo, en las rodillas, en el cuello o donde mi corazón se encuentra, cuando en realidad el moretón más grande lo llevo por dentro ya que mi pecho arde tanto cuando te veo irte porque nunca sé si será la última vez que te vea.

Se escucha el grito de un señor en el pasillo:

¡Ya no aguanto más!

Anhelo dejar de sentir este dolor que me genera tu ausencia.

¿Pero cómo puede generarme eso tanto si casi siempre estuviste ausente?

Recuerdo tantas cosas sobre vos, sobre nosotros que por ahí llego a olvidar las más importantes fuera de eso.

Recuerdo tanto la manera en la que mis lágrimas se deslizaban cuando me dijiste que había alguien más y le agradecí tanto al universo que no me hayas visto llorar.

Me digo a mi misma: No es traición cuando no hubo confianza.

El mismo señor grita:

¡Doctora ya no aguanto más!

En ese momento supe que ya no hay más nada que hacer, mi corazón había sido destruido y enterrado en una tierra olvidada, en tu tierra olvidada.

La consciencia no va hacerte desvelar en tus noches más largas, porque no fui alguien en vos, cómo vos fuiste alguien en mí.

Mientras alguien conocé tu casa, yo sigo enterrada en la tierra olvidada del Rosedal.