Volvió el frío,
y con él, tu recuerdo.
Mientras las lágrimas caen sobre mis mejillas,
te pienso.
Nunca me enseñaron a olvidar,
aprendí a la fuerza,
y con dolor.
Quizá lo que más me desarma es la forma en que te fuiste,
ese adiós nunca dicho,
esa adivinanza fácil de descifrar pero tan difícil de aceptar:
¿me quisiste alguna vez?
La tristeza hoy me abraza,
y yo no la puedo negar.
La dejo jugar conmigo,
mientras escribo otro borrador,
que será testigo
y dará lugar, como tantos otros,
a esto que siento,
que no puedo compartir con alguien más.
Amarte siempre fue una condena solitaria.
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