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Amar lo que ya no existe.

Nov 18, 2024

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Amar lo que ya no existe.
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Casi un mes sin tocarte, folio en blanco. Hoy han sido de esos días que he anhelado diseñarte y no he podido, no me he atrevido. Y hoy es domingo, ya sabes qué he sido; la errancia personificada de algo que nunca has querido, que se deshacía de sus capas antes de darse un baño.

Con cada prenda que tocaba el suelo, una cicatriz resurgía al cielo. Fue primero el jersey de lana, áspero y amargo como unos labios rotos por el frío; luego mi falda cayó al suelo como hojas muertas en otoño, crujían con el paso del roce de tu piel; le siguió la ropa interior, pues sujetaban el corazón que fue herido entre tus manos, el encaje de un suave algodón blanco que nunca mereció tu tacto; pero todavía me quedaba lo más importante, el hilo de la enfermera que condenaba mi herida a cicatrizar, así que me quité la piel que una vez me besaron y coloqué un amasijo de huesos con mi nombre en el lavabo, esperando a que desapareciese por el desagüe. Y huí de todo lo que me deshice, sin sentido alguno corrí al horizonte. Pero todavía me quedaba el alma errante cuando mi piel se vio envuelta en el vapor, ducha que purificaba, pero no se llevaba mis miedos, pues se adhirieron como tus besos a mi piel de cordero.

Y mi rubio amigo me obligó a salir, a no encerrarme. Gracias, compañero ingenuo por hacer que no me carcoma el vacío, te lo agradezco con cada grano de pienso. Fue durante nuestro silencioso paseo cuando llegué a la conclusión de que si tus ojos fuesen dos balcones, me arrojaría por ellos para rociar con mis sesos dispersos tu suelo.

La errancia de mi alma ahora tiene sentido, tu ausencia, extrañar algo que jamás vivimos. Mi reflejo es un abismo en cualquier rincón que me obliga a amarte, amar todo lo que nunca has sido; poesía ilegible de mis labios.

No me busques, no me llames, no eres nadie para alzarte. Eres la prueba existente, con color de ojos y dientes, de que me duele. De que me dolerá hasta que muera contigo, sin ti, para ti, por ti. Todo relacionado contigo, toda atada a ti. Porque quién iba a decirme que aún iba a llorarte, si un día dura tres otoños y mi última lágrima cayó en primavera, con el florecer de los cerezos. Apretando la pluma con fuerza porque nunca te has merecido mis letras, siempre te has creído mejor que ellas.

Por qué no inventar una máquina que me acaricie el pelo, cuando necesite consuelo por haber vuelto a ti. Me absorbe, estar atada de por vida a la centinela de tus labios. Y menos mal que no me buscas, porque si no, sabes que iría corriendo; que dejaría el horno encendido y la ropa sin tender por tal de rozar la tinta candente de tu sangre, sudor y lágrimas. Y es que la tinta se acaba, y yo no tengo más versos que dedicarte, y ni siquiera te recuerdo. Pienso en tantas cosas cuando late la ruinera de este pecho, en que ahora soy un cuadro de arte abstracto para aquel que quiera amarme, ingenuo por creer que tiene el poder de descifrarme, pero solo tú puedes leerme, pues me creaste a tu medida, como un verso.

Qué egoísta quererme, y más quererme así, qué bonito solo tener que mirarte para saber que mi frente necesita de tus labios; qué bonito darme cuenta de que no te he pensado en todo el día antes de dormir y así volver a recaer. Qué bien estaba todo cuando tú y yo estábamos bien. Pero sobre todo, qué bonito bailar al son de la musicalidad de versos míos que nunca has querido. Nótese la ironía, nunca estuvimos bien. Ya solo me quedan en la piel mi alma errante y todas las huellas que has dejado, los lunares que tú mismo has dibujado en el marfil de mi piel. Las huellas que has dejado en la misma huella de mis dedos, que solo articulan versos tuyos.

Qué decepción pensar que te extraño, cuando solo eres un invento. Me pregunto por qué sigo escribiendo sobre algo que no existió, pero que sí me amó, pero no, no puedo permitirme escribir, no, no más sobre ti.

M. Almodóvar.

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