Se enamoró del invierno en una tarde soleada de verano, cuando el sol iluminaba su rostro y teñía su cabello de un tono rojizo y puro. A medida que el tiempo pasaba, el invierno comenzó a corresponderle; esta vez fue él quien iluminó sus ojos, su corazón.La chica no sabía que el viento soplaría tan fuerte, llevándola hacia otro lado: hacia la primavera. Al principio, el calor de la primavera absorbió todo el frío y lo convirtió en tibieza. Calentó al invierno y al verano por igual. Pero pronto ese calor empezó a desvanecerse. El frío regresó, más intenso, y con él su terrible viento. El verano se apagó.
Bastó una sola tarde para que el viento destruyera lo que el verano había preparado: una tarde de amor, hecha para iluminar a esa pequeña pareja que nació en primavera. La chica, un día antes, le había pedido al verano que brillara una vez más. No solo quería que su cabello brillara, sino también el del viento. Pero solo uno pidió más que el otro.. y el calor que ella ofreció no fue suficiente. Así, la tarde se convirtió en puro viento, lluvia.. y un corazón roto.Pasó el tiempo, pero el calor de la chica ya no podía con el frío del invierno. Lo intentó una y otra vez, pero el verano había llegado a su fin. Las noches se volvieron heladas, los recuerdos la consumían. Entonces entendió que los amores de verano solo duran lo que duran sus días: dos meses intensos, pero fugaces. Comprendió que el calor que ella emanaba, que la hacía brillar en su máximo esplendor, no podía construir un futuro con alguien tan frío como el invierno, aunque lo hubiera abrazado con todo su corazón.
El amor se acabo.
El invierno le ganó al calor de la chica, apagando lentamente el fuego que ella tanto cuidaba. Disparó todo lo que ella alguna vez le entregó: su ternura, su luz, su calor…amor y al hacerlo, dejó al descubierto todo el caos que el invierno escondía tras su aparente calma. El frío se adueñó de las noches, del silencio, de los recuerdos. Y aunque ella intentó resistir, el invierno no soltó.Ya no hubo más soles que hicieran brillar su cabello de ese rojo encendido. Ya no hubo más atardeceres tibios, ni promesas que dieran calor. Todo lo había dado..y ya no le quedaba nada.
Solo quedó ella.
Y entonces, en medio de ese frío que dolía más que el silencio, llegaron las preguntas:
¿Podrá el chico romper el hielo que habita en él?
¿Será capaz de buscarla entre las cenizas del verano?
¿O se quedará en su invierno eterno, donde nada florece?
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