corriendo entre los jardines, una de ellas exclamó con un tono juguetón: “¡te voy a atrapar!” la provocación que había dado inicio a esta carrera había sido un beso furtivo; la de estatura más baja había robado un beso de la comisura de los labios de su alma gemela. esta última, ansiosa por devolver el gesto, había salido disparada en dirección al jardín. no pasó mucho tiempo antes de que la alcanzara, acorralándola frente al árbol que marcaba el final del sendero de piedra. ambas, con respiraciones agitadas por el esfuerzo, se unieron en un beso, como si compartieran el mismo aliento y la misma intensidad. las manos exploraban con delicadeza los cuerpos ajenos, mientras los vestidos blancos que ambas portaban se deslizaban lentamente, dejando al jardín como único testigo de lo que estaba por acontecer.
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