La palidez de tu piel en contraste a tu cálida memoria me da escalofríos. Tu sonrisa tan brillante que yo solía hacer nacer, ahora está escondida detrás de tus labios fríos, sellados, carentes de color.
Al igual que tus ojos esmeraldinos en los que me perdía luego de cada beso; no los vería nunca más detrás de tus párpados de porcelana, y no tendrían ese brillo particular que solo otorga la presencia de un alma.
Mi mayor amor en esta existencia yace en una tumba abierta con los brazos cruzados y su traje favorito, todos a mi alrededor lloran y murmuran rezos pidiéndole al Señor que lo guarde.
Pero yo me pierdo en esa piel como una estatua de mármol, y siento la sangre subir a mi rostro con la rapidez de un rayo. Jamás me sentí tan enamorado que cuando vi a mi amor quieto, como si durmiera una dulce siesta.
¿Cómo te atreves a ser tan bello incluso luego de muerto?
No me importaron ni el llanto ni los gritos, ni los incautos que intentaron detenerme. Mi amor, no podrían quitarme el derecho de un último beso tuyo.
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