sobrevivir…
sobrevivir ante el crónico y constantemente sonido de una mente sollozante,
dos almas,
que con el paso del tiempo,
de las circunstancias semejantes de la vida,
lograron cruzar sus caminos.
él con la perpetua oscuridad que yacía en el fondo de su corazón,
pero con mucho brillo para dar,
sin saber cómo.
ella con esa personalidad tan perseverante,
deslumbrante y hermosa que irradiaba,
un alma igual de inquietante.
pero que iluminados,
llenos de amor,
tan bien complementados,
lograron el uno con el otro ver sus caminos,
lograron crear entre tanta niebla su propio mundo,
una naturaleza tan única y colorida
que nadie lograba comprender.
el tiempo pasaba,
las grietas en el tiempo quedaban,
pero no lograban mirarlas,
pues tan hermosa era esa historia
que el quiebre en su alrededor no querían observar.
ignorábamos nuestras heridas,
hasta que éstas se hicieron insoportables,
hasta que el silencio empezó a sangrar
por los bordes de nuestro paraíso.
y entonces llegó aquella pregunta,
tan simple, tan cortante:
“¿cuándo fue la última vez que lloraste?”
y yo no supe responder,
porque contigo nunca lo había necesitado,
porque en tu abrazo todo dolor se dormía.
pero esa noche lo entendí.
en tus brazos se derrumbó
lo que había sostenido en silencio durante años,
lágrimas que jamás se atrevieron a salir,
gritos ahogados en mi propia garganta,
todo lo que cargaba se quebró en ese instante,
como si mi alma hubiese encontrado
su única salida a través de ti.
no lo sabías,
pero ese llanto era el preludio de nuestra despedida,
porque mientras mis lágrimas se hundían en tu hombro,
el tiempo ya nos estaba arrancando de raíz.
y ahora, en esta soledad que me persigue,
vuelvo a escuchar esa pregunta en cada madrugada:
“¿cuándo fue la última vez que lloraste?”
y mi respuesta sigue siendo la misma,
la última vez fue contigo,
y desde entonces mis lágrimas no me dejan dormir.
las noches se volvieron interminables,
mi cama un pozo sin fondo,
mi mente un verdugo que repite, una y otra vez,
la escena en que dejamos de ignorar las grietas
y todo se desplomó frente a nosotros.
me atormenta el saber que fui parte de ese quiebre,
que mis errores fueron piedras en el muro que nos separó,
que si cierro los ojos aún puedo sentir tu calor,
pero cuando despierto,
solo queda el frío.
la oscuridad es mi única compañía,
y en ella me pierdo buscando tus ojos,
esa luz que ya no me pertenece.
quizás sobrevivir no sea más que arrastrar este peso,
recordar que tuve en mis manos un mundo hermoso,
y que lo dejé caer en pedazos.
y aunque mis lágrimas sigan quemándome por dentro,
aunque mis noches sigan devorándome sin tregua,
la última lágrima fue también el último latido de lo nuestro.
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