Me duele la piel de tanto temblar,
me quema el pecho, un incendio lento.
Quisiera morirme, pero aquí sigo,
atrapado en un cuerpo que es solo tormento...
El miedo es un eco que nunca se apaga,
una sombra que acecha en cada momento.
Me susurra dudas, me hunde en abismos,
me envuelve en un mar de pensamientos...
Las voces de afuera me arañan la mente,
juicios de un mundo que quizás ni existen.
Pero los siento, los cargo, los temo,
como piedras frías en los bolsillos...
Amargo, sí. Como siempre.
Como un invierno que nunca termina.
Y mi corazón, pobre iluso,
sigue saliendo, sigue creyendo,
sigue rompiéndose…
y yo sin saber cómo pegarlo...
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