...
Páginas.
Es mi haber un libro abierto,
un desierto de borrados pasos del tiempo.
El viento.
Oasis perdido entre la bruma
de un entonces que fue nunca.
Es mi historia un cuento triste,
una noria girando al despiste.
Horizonte inalcanzable, lecho del sol de cada tarde.
Luz que quema. Que arde.
Es mi vida una constante variable,
desazón interminable.
Cielo oscuro en el que brillan,
como cieno,
mil agujeros negros.
Escribo en la blanca sábana
que cubre el pobre esqueleto.
Mejor cuanto más quieto.
Lleno de negros versos
este pálido reflejo.
De mí me alejo,
pues está en mí el mal añejo.
Solo duele porque me quejo.
Voy allí porque sé que nadie me espera.
Ya no soy colega,
acaso un viejo amigo
para algún viejo amigo que queda.
Ya no soy,
nunca lo fui para nada,
una promesa.
Ya no soy el deseo oculto
de ninguna bella princesa
(confieso que supe que fui algo de eso
cuando ya había pasado la fiesta).
Y, si voy, bien,
y si no,
"estará de siesta".
Ya no soy empleado en ninguna empresa.
Ya no soy una sorpresa.
Lo que soy es el cúmulo
de hechos y deshechos,
de viejos errores
y errores nuevos.
Un recipiente ajado,
lleno de un millón
de alegrías
y de penas.
La suma es incierta.
Recuerdos de lunas llenas.
Puestas de sol.
Tabernas.
Lo que soy
es frases en palabras,
cuadernos en la mesa.
Un mutis en la escena.
Soy en soledad un alma plena,
pero entre la gente, sí,
espíritu en pena.
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