Parada de pecho, dando cara al viento norte, asi me encontró la noche de agosto. Sintiendo la rabia rodar por mis mejillas, disimulando toda esa potencia tras las cebollas, cuchillo en mano para cortar con esos "buenos modales" y con la mala de costumbre de disimular, de no incomodar a nadie -nadie más que a mi-.
Me gustan las texturas blandas, las que se dejan desarmar, las que no requieren filos ni cortes para dejar ver su verdadera esencia. Encuentro que me desmorono, me demoro y me desarmo una y otra vez. Después de todo, yo también tengo alma de budín.
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