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Mi alma se agita, cual ave en su jaula,

entre rejas de carne, de sueños y pausa.

La realidad pesa, como un yugo frío,

un río estancado, un eterno hastío.

Busca la noche, donde sombras se esconden,

donde estrellas mueren y los miedos responden.

Busca un abismo, un silencio en espiral,

donde nada existe, donde no hay final.

Se quiere escapar, de su propio latir,

del eco insaciable que no deja vivir.

Se anhela distante, libre de su cruz,

en un vuelo sin nombre, sin norte, sin luz.

Mas, ¿dónde va el alma que huye de sí?

¿A qué rincón llega? ¿Qué puede sentir?

Quizás en el vacío halle su reflejo,

y entienda al fin que no hay mayor despecho.

Porque el alma que escapa, al final se encuentra,

atrapada en su centro, prisionera y eterna.

Y aunque ansíe la fuga, en su eterna misión,

es en sí misma donde halla redención.

Josías Alvaredo

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