Al caer la niebla en mi memoria
creí que me moría asfixiado
por su densidad,
ya mi piel se bañaba sin la morfina
y mi alas finas al desamor
desenredaban mi cielo.
Un sendero estigio guía
corazones que reían,
jucio a la razón de la vida del alma,
una ironía al más allá.
Todo lo posible se vuelve impredecible
y mi ser cada vez más incrédulo peca
de creer en la resurrección.
Recitar es inmortalizar palabras como un conjuro,
un poco nigromante,
dialogar con un yo que ya no existe
desata un llanto recíproco y bendito,
mantiene la esencia pura que sutura con paciencia la estructura,
anestesiando el derrumbe
hacía un infierno calado de ángeles
apesadumbrados.
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