alguien que no soy yo.

alguien más durmió en mi cama, que ya no es mía, porque está en tu hogar. se sumergió con ternura en la calidez de un abrazo que antes cobijó mis más grandes temores.

un reflejo que no es el mío, se vislumbra en tus ventanas y mi nombre terminó siendo un mal sabor de boca, la misma que antes lo repetía incesantemente, como un canto hipnótico. otra persona, que fue mi musa, olvida en un parpadeo, noches enteras contemplando la lluvia, y ahora baila al compás de la llovizna, con una que no tiene mis ojos. en este mundo ya nadie me escribe, ya nadie me piensa, ni nadie me sueña. nadie anhela mi tacto desesperadamente a deshoras, o a media tarde, cuando solo se necesitan muestras de ternura. supe escribir el mismo nombre al derecho y al revés, en mil idiomas, y ahora cada persona que tenga las mismas letras pero otros ojos, se sentirá ajena a la capacidad de convertirse en inspiración. mis dedos siguen manchados de tinta, la misma que arruinó todas mis camisas blancas, la misma que llenó páginas de diarios que nunca serán publicados. los domingos, los feriados, una chica que no tiene hebras rojas, ocupará un lugar en la mesa que tenía mi esencia, beberá de mi vaso, y se reirá de chistes que yo misma conté, chistes que me robaron. Felicidad que me es ajena, poetas que eran mías, y ahora están en notas que no son para mí. Canciones que yo escribí, historias que yo conté, versos que yo pensé, ideas que maquiné, productos de mi mente, que ahora son de otra. Se los regalan sin créditos, y hay una autora que ahora está desesperada, porque su nombre, su más profundo sentir, fue arrebatado o invisibilizado. Alguien cocina recetas que tienen mi esencia, para alguien que no posee mi idiosincrasia. Las flores que yo ví nacer, son arrancadas de su tierras para ser regalos de otra, otra que nunca amó las margaritas. Mis huellas en la arena fueron borradas mucho antes de que pasara el mar, sobre ellas caminaron pies más pequeños. Uno que tiene los ojos más verdes que el césped después de un diluvio en plena primavera, conjuga los verbos a los yo les dí orden, para embelesar un alma que no es la mía.