Es uno de esos días en que la tristeza no es solo una palabra o un sentimiento pasajero. Es una presencia tangible, densa, que cae despacio sobre mi alma como las gotas de lluvia sobre la tierra. No es una tristeza cualquiera, sino una que se siento en lo más profundo, en ese lugar del alma al que rara vez llego, pero que, cuando lo hago, se siente como un abismo. No hay razones claras, no hay motivos concretos; solo está ahí, apretando el pecho.
Es una tristeza que me abraza y lastima, que me envuelve hasta el punto en que cada suspiro duele un poco más, como si algo en el aire mismo trajera consigo recuerdos de cosas que nunca existieron, de personas o lugares que quizás nunca haya conocido, pero que, en este momento, extraño con una intensidad inexplicable. Llueve afuera, y tal vez eso influya, tal vez las gotas de lluvia acaricien el alma y despierten esta melancolía que se instala sin permiso, transformando el mundo en una sombra de algo que podría haber sido y no fue.
Es un llanto que no entiende de motivos, que se desliza desde lo más profundo y se convierte en lágrimas, incluso cuando no hay explicación para ellas. Siento que mi pecho se llena de una nostalgia indefinida, como si algo en el tiempo o en el espacio se hubiera perdido para siempre. No es una pérdida reciente ni una herida visible; es una ausencia antigua, un vacío que duele sin saber por qué.
La lluvia sigue cayendo, y con cada gota, parece que el mundo se hunde un poco más en su propio silencio. En ese silencio, encuentro una especie de compañía en la tristeza, una tristeza que me pertenece y a la vez, no es del todo mia. Es como si el alma recordara cosas que el corazón nunca vivió, como si en algún rincón de mi ser existiera una parte antigua que conoce esta tristeza desde siempre.
Y acá estoy, atrapada en un estado entre el anhelo y el desconsuelo, extrañando algo que no puedo nombrar, una presencia sin rostro, un recuerdo sin fecha. Es una tristeza sin dirección, que me hace sentir en casa y perdida al mismo tiempo. Y aunque quierao escapar de ella, parte de mi sabe que en ese dolor, en esa tristeza profunda, hay una verdad que es tan real como la vida misma, como si este sentir revelara algo sobre quién soy en el fondo.
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