He encontrado solución más no la evolución, respirando el desamor en la calle melancolía.
Errar al caminar, pensando en morir o resistir, intuyendo que las mismas historias voy a construir.
Déjame admirar el drama, que todas ellas vienen en forma de karma.
Se dedican a destapar botellas de vino, celebrando mi caída y diciendo que soy un soberbio.
Pero ninguna de ellas ha visto el trasfondo de un escritor, dedicando su pensamiento a dar el eslabón.
El fetiche extraño de querer ser amado, el fetiche extraño de ellas de irse sin amar y juzgar a diario.
Me han llamado loco por querer conocer lo profundo del ser, porque la lívida costumbre de admirar lo transparente no me cabe en la sien.
He perdido la memoria de las veces que quise amar a una mujer, sólo ellas saben destrozar la poca efectividad que tengo de fe.
Intento elevar esperanzas en ellas, ninguna demuestra discordia ante mi alma en pena por sentir pena de tener pena.
Pero mi madre me ha contado que ella es parte del grupo. ¿Como a ella la amo y me da todo sin recibir algo a cambio?
Leí poemas de Pessoa para impresionarlas, tome la ruta del arte de amar como indicó Eric para no caer en el miedo a la libertad.
Sembrando libertad con ellas, ninguna decide revolucionar las historias que podemos escribir en las tierras ajenas.
Tampoco manifiesto tener lo mejor, pero ellas manifiestan siempre querer tener el material a cambio de lo prohibido y carnal.
Desde el noventa y seis llegue, en el dos mil crecí y en los años promiscuos nunca fui el chico estereotipo con el que ella soñó tener relaciones de todo tipo.
Al final lo real nunca importó, el ruiseñor se sacrificó por una rosa cuando yo debía el eslabón.
Sigo siendo yo, el soberbio y escritor que hace esto por verdadero amor.
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