Amante porque desde muy joven he cortejado sus noches, con la ilusión de todo lo que puede o no- refugiarse en su velo.
Amante porque lo he deseado en noches oscuras y dias frios, porque ingenuamente he andado tras de su beso, su tacto. Tras la promesa de un cierre o significado, porque de cierta manera él es la única certeza que he hallado sobre lo que supone existir.
Silencioso porque no te roba de espanto.
Claro que puede parecer así, si no se abren los ojos al mundo y la realidad. O si se piensa que él es algo ajeno y distante que, de manera huraña, se empecina con una y con arrancar vidas.
Él no arranca vidas, ni las reclama.
Porque no es un animal, ni un enemigo aunque sea inevitable. Él es un compañero.
Acompaña desde el primer aliento y el primer latido. Y como buen compañero, como fiel amante, se queda hasta el último.
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