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Aldea Marchita

Jul 16, 2025

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Aldea marchita 

En una aldea toda destruida por las incontables guerras, se encontraba una pequeña niña. Estaba escribiendo algo, en lo que parecía ser un libro viejo.  

Permanecía sentada en una vieja silla de madera, el escritorio donde se recargaba y continuaba escribiendo era también de madera y algo viejo. La escena lucia fuera de tiempo, ya que las paredes de la pequeña casa estaban en mal estado, la luz pasaba a través de todas las grietas de la casa.  

En el suelo se encontraban los escombros, polvo y mucha basura. La pequeña estaba muy metida escribiendo, tenía un lápiz de carbón sostenido en su mano izquierda, el lápiz era demasiado pequeño, tanto que, solo sobresalía un poco de la mano de la niña.  

Al mirarla fijamente esta voltea a verme, solo observa unos segundos y regresa a lo suyo. Pero logre ver sus diminutos ojos, que a la vez daban una sensación de calidez.  

- ¿Qué haces pequeña? - Miro atentamente como sigue escribiendo en su libro algo viejo, la cubierta se veía algo maltratada. 

- Estoy escribiendo una historia. - Sin voltear a mirar, la pequeña seguía escribiendo, su diminuto lápiz parecía que en cualquier momento se acabaría. 

- Una historia para que mis padres y hermano puedan tener un final feliz. - Continuo la pequeña. 

No solo la casa se encontraba en muy mal estado, la aldea en general se veía toda destrozada, se encontraba completamente abandonada y resultaba extraño que la pequeña niña siguiera en ese lugar estando tan tranquila. 

Entre varios pensamientos había olvidado la razón por la cual tome un desvió, fue para obtener recursos, alimentos o cualquier otra cosa que pudiera serme útil. Pero ahora no podía hacer eso, no quisiera quitarle nada a la niña. 

La pequeña voltea de nuevo, enseñándome aquel pequeño lápiz que ya se había acabado. Se levanto de la silla y comenzó a buscar en todos los lugares algo que desconocía por completo.  

- ¿Qué haces con tanta intriga? - La pequeña me mira y solo dice “lápiz” señalando su ya acabado lápiz. - Si quieres puedo conseguirte uno nuevo o algo con lo que puedas seguir escribiendo. - La pequeña me mira con un rostro de felicidad, una sonrisa que en mucho tiempo no había visto. 

- Pero primero debemos irnos de aquí, no es seguro. Después de todos los conflictos, los monstruos andan por todas partes. - Pero la pequeña empieza a mover su cabeza de izquierda a derecha en forma de negación.  

- No puedo irme sin antes acabar mi historia. - Continúo buscando ese algo que le ayudara terminar eso que empezó. 

- Si quieres puedo ayudarte a buscar algo con lo que puedas seguir escribiendo – Miro a la niña y asiente con la cabeza – Pero prométeme que esperaras aquí – La pequeña vuelve a asentir con la cabeza, no era una niña de muchas palabras. 

Pero algo seguía dándome mala espina. Sera acaso la pequeña? No lo sabría en realidad, el vestido blanco de la niña era lo único impecable en toda la aldea.  

Decido salir en busca de algo útil para escribir, que, pensando bien, no es fácil, no muchos suelen hacerlo por estos reinos. Ni siquiera yo se escribir. En este mundo solo se trata de sobrevivir y aprender lo poco o mucho que se pueda. 

Al mirar las casas de la aldea, me doy cuenta de que todas se encuentran destruidas, algunas más que otras y no había muchas casas de utilidad, la mayoría estaban saqueadas, la comida completamente podrida. Incluso la comida que aguantaba más tiempo como carne seca, frutos secos también no servía para nada.  

Seguí buscando entre las casas abandonadas, hasta que encontré una que tenía extraños recuadros en las paredes, algunos eran dibujos de monstruos. Otro que me llamo la atención era una ilustración sobre un castillo a la luz de la luna, podía observarse a una persona, era particularmente vieja, con cabellos grises y largos. Algo poco común. Sin duda se trataba sobre el Gran hechicero, un personaje muy famoso y que era considerado fuerte en el combate con magia. 

Continue avanzando por la casa, buscando y buscando por varios minutos. Hasta que en la tercera casa encontré un pequeño trozo de carbón, lo pasé por mi mano, dejándome una gran mancha negra. Así que lo guardo y me dispongo a regresar con aquella pequeña. 

La aldea de verdad lucia muy depresiva no podía saber su historia o lo que paso en este sitio, pero ya se encontraba totalmente abandonada, bueno no del todo. El camino era de piedras, no había pasto, con los saqueos habían quemado todo. Tanto las casas y algunos árboles fueron víctimas del fuego. 

Al llegar a la casa, se sentia una vibra extraña, tanto que sentía que las cosas no eran reales, era difícil describirlo, pero sin duda, algo resultaba extraño. Pasando por una pared completamente destrozada, la pequeña niña seguía en el escritorio, vislumbre su espalda y algo no paraba de advertirme sobre algo. 

-Ya regresé, mira te conseguí algo para que puedas continuar con tu historia – No hubo respuesta, ni volteo la pequeña al escuchar mi voz.  

Me acerco cada vez más, hasta que llego y logro ver la perturbadora escena que me dejo sin palabras. 

La pequeña se encontraba rodeada de sangre, cerca de su brazo se encontraba un cuchillo ensangrentado. Estaba muerta. Al principio no quería creerlo, pero no quedo de otra, me acerque a ver de cerca y no parecía haber sido atacada por alguien o algún monstruo. Se había suicidado. 

No quedaba otra opción, que darle un entierro apropiado, además que eso evitaría que el monstruo toma cuerpos pudiese entrar en el cuerpo de la pequeña. 

La cargo como puedo y la coloco en el suelo para comenzar los preparativos, al no tener la planta que evita aquel monstruo, no quedaba de otra que incinerarla. Tomo su libro, aquel que con tanto esmero estaba escribiendo y miro que la última hoja era de un tono rojo, era de su sangre. 

La niña logro terminar su historia, en la última página parecía estar aquel final feliz del que hablo, no podía entender nada debido a mi poca práctica al leer, y cada caligrafía era diferente de cada autor. Pero se podía interpretar debido al dibujo del final, donde se veía una familia de 4 individuos. Parecían ser sus padres y un hermano mayor. 

El paisaje era de casas muy similares a las de la aldea, posiblemente solían vivir en esta, pero los monstruos acabaron con todo. 

Sin duda era un gran dibujo pese a estar hecho a base de su sangre. Decido no incinerarla, ya que, al no tener la alquimia necesaria, ni magia tipo fuego tardaría más días en realizar el entierro. 

Subo el cuerpo de la niña a mi montura y me dispongo a comenzar un viaje en busca de aquella planta que repele al monstruo toma cuerpos. Pasaron dos días y al fin encontré la dichosa planta, con magia de agua a presión, pude hacer un hoyo, me espero un poco antes de retirar todo el lodo para no ensuciarme demasiado.  

Coloco mi espada, la que era de mi padre. La pongo a un lado, por alguna razón sentí que brillaba más. Para mí era una espada preciosa y muy especial, era de un metal dorado con toques metalizados, producto de provenir de un mineral ahora extinto. Este mineral es conocido por ser muy resistente y sobre todo filoso. Se agoto debido a la raza donde provenía aquel monstruo de la leyenda “Morak”. 

Se contaba que fue una raza cuya principal fuente de alimentación eran los cristales y minerales preciosos, al comerlos lograban volverse más fuertes. Con el paso del tiempo todo se fue de control y la raza se fue extinguiendo debido a cometer canibalismo entre ellos. Hasta que no quedo nadie de los suyos. Surgiendo un ser de pura maldad. 

Así que la espada de mi padre, que más bien era del Reino donde nací, era tan especial. 

Espere hasta que el barro se pusiera seco, para evitar manchar el vestido de la niña, pongo con mucha delicadeza su cuerpo y por último la planta.  

La tierra cubre por completo a la pequeña niña, con dos ramas formo una cruz y la pongo encima de su tumba. Pasado unos minutos me retiro del sitio, tomo la espada de mi padre y siento que pesa más, tal vez solo este cansado.  

Llego a mi montura, me subo y volteo una última vez en dirección a la tumba. Miro unos segundos y continuo con mi viaje a las tierras bajas.  

Banana Mongola

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