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Al otro lado.

Dolbach

Dec 4, 2024

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Al otro lado.
Nuevo concurso literario en quaderno

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Subir la de Persia.

Sé que no es correcta la expresión al referirme a mi persiana, pero así lo digo, lo pienso, al acometer este acto cotidiano cada mañana.

Y pienso en que me asomo al mundo exterior. No hay vida, me digo, ahí afuera.

El parque, blanquecino por la helada, está desierto como el alma de un cardenal.

Diciembre de lumbre para quienes tenemos esa suerte.

Suele ser gris la amanecida cuando el invierno asoma su esbelta y triste figura. Nadie se imagina un invierno orondo y sonriente. Más que Sancho, es Quijote la frialdad que ahora triunfa al otro lado de la ventana.

El tamborilero comienza a buscarse en los encontradores (¡!) de internet. El camino que lleva a Gaza está plagado de tumbas.

Pasado aquel día, los cementerios, flores marchitas, recuperan su rutina y los muertos vuelven a su lógica soledad. Menos mal que no se quejan ni por el defecto ni por el exceso. ¿Quién en diciembre visita sin obligación un cementerio?

No hay himno en la izada ni lo hay al arriar, a la tarde, la persiana, pero son actos de importancia. Un nuevo día al mundo se asoma, un día acabado, del mundo se aparta.

Arriba o abajo, no hay vida en el exterior. O, al menos, no me importa nada.

Quizás alguien entre al colmado

Cada mañana me pongo a la gozosa tarea de hilar pensamientos y tranformarlos en frases que componen un lienzo en negro sobre blanco.

Un recuerdo:

En Marrakech, recorríamos el zoco, entré con mis amigos a un lugar de esos en los que venden alfombras. Un lugar hermoso y extraño.

Confieso que me sentí molesto. Varias personas, en un no parar, sacaban de algún rincón incontables tapices y los desenrollaban sobre el suelo, haciendo que el siguiente ocultara al anterior. Yo, que no pensaba comprar, y sabía que mis compañeros tampoco comprarían, deseaba largarme de allí porque entendía que aquellas gentes estaban trabajando para nada. Me parecía que la situación era de abuso, como si esos hombres fueran mis eventuales esclavos.

Nada de eso, por supuesto; habíamos entrado al sitio por la insistente invitación de una de aquellas personas. Era su modo de ganarse la vida. Contaban con las negativas, pero alguien compraría una alfombra, de vez en cuando.

Desenrollar y volver a enrollar aquellas moquetas era su labor diaria, y quizás lo hacían con agrado. Peores cosas se hacen para estar en la vida.

Yo escribo así.

Aunque no venda ni un felpudo.

Ha amanecido con cielo Simpson el día. Calmado.

También hoy suenan las campanas. Se vista de misa quien de misa sea, y... el resto, desenrollen sus alfombras o lo que quieran.

Chocolate con picatostes no es mala idea.

Cuando me fusiles, si sientes algún orgullo, ve y cuentalo a tus amistades: ¡he matado hoy a otro rojo!

Cuando me fusiles y queden en el suelo mis despojos, levanta tu mirada al cielo, como el futbolista que agradece su gol: ¡Hágase tu voluntad!

Cuando me fusiles, como será madrugada, ve a tomarte un aguardiente. Es lo propio en estos casos: ¡Ya van quedando menos. Acabamos con los malos!

Sean mejores que yo.

Dolbach

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