Cayó de un tercer piso
fugacidad con una pata rota
y calcio conminuto que rasga la carne
Abrirle la puerta fue
dejar entrar felino al llanto
sirena vocalizada como
emergencia autoanunciada
Y así con todo y el pilar de la cadera
convertido en arena, músculo adentro
y la lucidez embarrada en el concreto
le dio permiso a nuestras manos para intentar
Con encanto opioide somnoliento
le arrebatamos ardor y grito
concedido fue un descanso periférico
y la amapola convertida
en el alivio de un suspiro
Un cofre cayendo del cielo
sino de romperse, ha de astillarse
despidiendo al exterior
cual sea su contenido
Y en el cofre de este ser
estaban sus pulmones
el músculo que palpita
y las corrientes de viento y agua roja
de las que su astilladero vino pronto
Tras la espuma, vino el océano
el pasaje del aire fue pasaje del agua
y roja, espuma torácica, al frío se arrojó
violenta, reprendió los alientos
no hubo más espacio dentro de la carne
para inspirar o inflar la vida
Sin vial, maniobra o hechizo
que lo regresara al colmillo y a la garra
a la pupila no retornó nada
no hubo nada más que un charco
después del soplido burbujeante
y su cuerpo adoptó la liquidez de la muerte.

Alonso García
A veces no sé qué hago. Quito tabiques de mi ser para cambiarlos por tabiques nuevos. Mi corazón no tiene correa pero tiene dueñas.
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