Gran parte de la culpa es mía, por idealizarte y creer que podías ser esa primera versión que conocí, o la que siempre existió en mi mente. La culpa es mía, por creer que podía cambiarte, o por pensar que el amor todo lo podía, como en los cuentos de hadas. La culpa es mía, por esperar siempre más, por esperar algo que sabía que no podías darme. La culpa es mía por aferrarme aún más a esa daga, sabiendo que me desgarraba por dentro. La culpa es mía, por haber perdonado cosas que jamás le habría perdonado a nadie. ¡Qué ilusa fui al creer que el amor todo lo podía, que al idealizar solo podía acercarte a esa versión que necesitaba de vos! ¿Acaso alguna vez pudiste ver más allá de mi melancolía, o te preguntaste cuánto me dañabas o por qué me sentía cómo lo hacía? ¿Alguna vez te preocupaste por mí como yo lo hice por vos? Tu individualismo tan egoísta, ese que siempre te definió tan bien, qué ilusa fui al creer que podía cambiarlo. ¿Y es que esa versión de vos de la que me enamoré existió alguna vez o solo existió en mi cabeza? Egoísta, inmaduro y diminuto. Eso es lo que quiero pensar de vos, pero los recuerdos de lo que alguna vez fuimos siguen persiguiéndome todas las noches, y una parte de mí quiere aferrarse a que aún existe, en algún lado, y que el amor todo lo puede, que esa versión puede (volver a) existir cuando en realidad jamás existió o murió hace algún tiempo atrás. Toda mi vida me he visto marcada por pérdidas irremediables, pérdidas que solo hacen que mi cristal interno se agriete más y más, hasta que algún día se rompa por completo, pero la culpa es mía, por permitirlo, por ceder, por ser tan complaciente y tan ilusa. Y es que por más que lo intente, una y otra vez, no puedo culparte sin culparme a mí primero, porque yo permití que llegáramos a esto. Si me amara más de lo que te amo, quizás, solo quizás podría haber salido corriendo antes de que fuera tan tarde, de que me consumieras por completo y mi brillo se apagara. Me enseñaron que el amor todo lo puede, que todo puede repararse, que siempre hay solución y que a nadie se lo abandona en su peor momento, aunque el barco ya esté prácticamente hundido. Sabía que esta podía ser una de las peores pérdidas, pero, aun así, me lancé al vacío, y después te culpé por eso, pero la culpa es mía. ¿Te importo siquiera? No toda la culpa es mía, la culpa también es tuya, porque jamás me lo advertiste, porque siempre lo planeaste en tu cabeza, porque no podías pensar en nadie más que no fuera en vos mismo y me hiciste creer que sí, la culpa también es tuya, sí, pero mía también. Y ahora soy yo la que debe cargar con los pedazos rotos, con el cuerpo sin vida de lo que alguna vez fuimos, o intentamos ser. Me cargaste toda la responsabilidad a mí, porque no fuiste más que un cobarde incapaz de comprometerte a algo que no fuese solo lo que te importa, y lo que te beneficia a vos mismo. Y sé que perderte sería tocar la libertad con las manos, pero he pasado tanto tiempo enjaulada como para salir por mis propios medios, y sigo esperando que hagas algo aún peor, que arruine las cosas aún más, para finalmente verme forzada a salir. Quizás no soy tan distinta a vos, quizás yo también estoy rota y soy cobarde.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión