Recordar cuando era chico, es rememorar las aventuras en las que no necesitaba más que la seriedad de una imaginación comprometida a darme momentos inolvidables, intensos como la vida misma, con acción, peligro, amor y una fuerza titánica.
Ese juego de fantasias único que parece perderse con el pasar del tiempo y se atesoran, destegiendo la realidad para transportarse a lugares donde de grandes vamos a querer regresar, entendiendo que únicamente de realidad no se vive.
Será por eso que de grandes el arte es lo único que parece salvarnos.
Una búena canción para acompañar los momentos, o sinfonías que parecen haber salido de aquellas ideas etereas y no terrenales.
Una escultura que tallada en piedra realza nuestra humanidad dívina, dandonos un temple que deseamos tener.
Un dibujo o pintura cuyos trazos, dan contorno y color a lienzos que podemos traducir como la vida misma.
Una pelicula u obra de teatro donde vemos otras vidas, que, por un rato,nos desconectan de las nuestras, mostrandonos otras realidades, otros deseos
¿Será que el arte es aquello que puede devolvernos la niñez? La infancia que aprovechandola o no, siempre vamos a desear volver.
Por ahí dijeron que ser verdaderamente adulto, maduro es recuperar esa seriedad con la que jugabamos al ser niños.
Feliz de jugar y disfrutar como un niño, de jugar al arte.
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