Ajena vida

Sueño volar como los pájaros. Sueño que soy un pájaro. Sueño que puedo ver un horizonte mostaza que desparece y parece que no se mueve. Pero la tierra rota y se traslada. El tiempo pasa. Un cuadro me llena el pecho de felicidad. El mar a lo lejos parece sereno. El azul y amarillo se funden en su reflejo.

Cada uno de los dolores, cada una de las lastimaduras, cada uno de los tajos y aberturas, las violencias tantas ejercidas para destruir todo lo que había. Lo que mi cuerpo habita, como una toma de destierro de la vida, se quedan suspendidas en el aire a medida que que la carne se desliza. En picada, a la velocidad del viento recorriendo. A cada metro van quedando en un espacio, todos los dolores. Encuentro la felicidad en el centro, el corazón está volando, se vuelve menos pesado. La cabeza está liviana, se vuelve menos confusa, menos de horror helada, Encuentro la felicidad y paz en ese instante.

El corazón se acelera de alegría inmensa, una sensación rápida e indescriptible. Se dejan todas las heridas, levitan todas las tristezas. No hay pasado, no hay futuro. El presente hacia ningún lugar acelera el músculo. Trata de respirar, todo funciona con la velocidad. El fin de su propio funcionamiento recorre el sonido, transita la luz de la libertad.

Nunca llegó a percibir la violencia tan absurda de un paisaje tan bonito que esconde el mar violento y peligroso golpeando contra las rocas. La fuerza del agua, la fuerza de la vida, de la violencia, de la muerte. Las innumerables gotas unidas en un mar para desarrollar una ola. Un corazón alegre y contento que nunca en su vida volvió a vivir, que nunca en su vida volvió a percibir un gramo de maldad ni de violencia.

Una persona despierta y el peso de lo ajeno vuelve a caer en su lastimado y herido pecho. En su desterrada confundida, maltratada y abusada mente. En su incorrecta y ajena vida.

(si querés que te digo que no lo escribí al despertar)