Mi vida es un constante aeropuerto, está lleno de despedidas.
Siempre fui aquella que caminaba en dirección al avión lentamente, esperando algo o alguien que gritara no te vayas, pero nunca lo escuché.
Era la que al llegar a la puerta tenía esa pequeña esperanza de voltear y encontrar alguien allí, para detenerme. Pero no había nadie.
Nunca nadie me pidió quedarme
Nadie tuvo miedo de perderme.
Supongo que está bien. Supongo que todas aquellas despedidas fueron liberación.
Me gustaría algún día ser yo la que se libera de mí, la que no dice quédate, la que no tenga miedo de perderme y dejarme ir.
Me gustaría escaparme de mí.
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