...
Esopo no era de este tiempo.
Aquel pastor de su fábula, vivía en un mundo más natural, más como ha sido el mundo durante lo más de su tiempo.
Ahora, el campo, lo queremos como el pasillo de casa, sin broza, sin tropiezos. Que sea siempre y solo, pasto verde y jugoso para engordar al alimento. Que no venga el lobo porque el lobo no puede ni debe tener derechos.
Volvemos al tiempo en que había caza, animales útiles, animales aprovechables y alimañas.
Se pagaba por la retirada de huevos de cuervos y urracas, se pagaba por matar zorras y lobos. Se podía envenenar carne para exterminar a los animales que no gustaban.
Esto constituyó un desequilibrio en los ecosistemas y aumentaron, por ejemplo, las plagas.
Es llevar conejos a Australia.
El ser humano se hizo Dios y se adueñó de todo. Construyó en los cauces naturales del agua y luego lamentó que sus casas se inundaran. Envenenó la tierra para obtener grandes cosechas, como si el veneno desapareciera en algún agujero negro infinito. Hizo desaparecer a las abejas al no permitir la diversidad floral en los cultivos, pero ¿Qué importan esos insectos? En fin...
No hay solución salvo la razón, el sentido común y el respeto, pero de eso hay poco y lo que hay está supeditado a la usura y al prejuicio.
Nuestro fin, esa es la esperanza, lo garantiza nuestra propia estulticia.
Amigo Félix, hazme solo un favor, no mires.
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