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La culpas.

No sé si esto es así en todas partes, pero es demencial tanto si es habitual como si es un caso único.

Políticos y tertulianos, dedicados, tras, aparentemente compungidos, lamentar un rato la tragedia, a culpar cada uno a los rivales, a los de enfrente, a la otra parte del tablero en el que juegan sus rentables partidas.

Los datos objetivos son tratados con voces como manos de alfarero, modelando el barro a conveniencia.

Dan asco los políticos responsables, irresponsables; dan asco los supuestos periodistas que hacen de la catástrofe un alarde de defensa y ataque.

La causa común queda ahogada bajo el lodo pestilente de las voces interesadas en transmitir que los culpables son los de enfrente.

Mi vecina, Dana, ella, sí que es inocente. Pero sufre las consecuencias de que su nombre coincida con las siglas impuestas para estos alardes de la naturaleza.

Dios, por cierto, no está en boca de nadie. La Iglesia, por cierto, no parece sensible, al menos en reacción práctica, a la devastación divina. Eso sí, algunos sionistas resonsabilizan a la ira divina, en merecido castigo por un supuesto anti semitismo español. Sodomas y Gomorras ha habido siempre.

Y, tras las tormentas, llegará la calma y nada se habrá aprendido. El político seguirá su camino, el tertuliano no abandonará su sendero, el votante se mantendrá en su linde.

"El barro humaniza al rey". Ya verán como lo hacen héroe luchador y cercano al Pueblo.

El río puede estar revuelto, pero ganar, ganan siempre los mismos.

Está visto.