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    Acta fundacional de Weim.ar

    May 14, 2024

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    Acta fundacional de Weim.ar
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    ¡Hemos perdido la Guerra!

     

    Y eso no podemos atribuírselo a la Revolución. Desde los rincones más oscuros, y con los disfraces más aberrantes, se ha decidido dar comienzo a una nueva forma de gobierno. 

     ¿Por qué, entonces, insistir en una democracia inacabada? Sencillamente, nos hemos quedado sin recursos ni suministros. Atrincherados a más de 500 kilómetros de la antigua capital, reunidos en Concilio secreto, hemos caído en la tentación de la más egoísta de las voluntades: fundar una República.

    Recostados en las butacas del barroco Teatro Nación, se hayan reunidos: miembros ilustres del vecindario, Economistas, Sobrevivientes de las guerras de las Start-up’s, Traficantes de Inteligencia Artificial, Generales de Cuerpos para-militares, Les Historiadores, Líderes políticos de la frontera Norte, y el eminente crítico Cultural del suplemento de espectáculos.

     

    Todos ellos, sin mirarse ni un momento, han decidido firmar la Constitución de Weimar, con el fin de garantizar un gobierno de Posguerra que permita transitar las turbias aguas de la contracción económica, y los traumas psicológicos que afronta la población tras un conflicto bélico.

     

    En ese marco, repugnantes seres, mercenarios servidores, y nobles ciudadanos unen su voz con el anhelo de acariciar una democracia directa, de moralidad baja e interpretaciones blandas. Todos ellos, pendientes a la ilusión que Weimar genera, imaginan distintos derroteros que los posicionan en la gloria y los arrinconan hacia la ruina por igual.

     

    ¡Hemos ganado la Guerra!

     

    Y eso no podemos atribuírselo a la Revolución. Se escucha que los Cuerpos para-militares gritan, desde algún plano, justo antes que la firma del Crítico (la única faltante), se estampe contra el papel. Ante semejante improperio, deliberado, El Crítico eleva los ojos hacia el fondo del Teatro Nación, con el fin de descubrir a aquellos infiltrados en tan secreto Concilio, tan grotescos deseos de quedarse con la última palabra antes de la fundación de una República.

     

    En el acto, El Crítico, redoblando la apuesta, no hace otra cosa que pronunciar las últimas palabras que el Imperio extinto escuchará. Las que habían resonado en las calles de la capital hace tan solo unos pocos días.

     

    ¡Levántate Arthur, hoy Comienza la revolución!

     

    Y con sorna, procede a firmar.

    Algunos vítores. Sombreros que vuelan al aire, y todos vuelven a mirarse con desconfianza ¿Qué se hace inmediatamente después de declarar una Constitución, se preguntan con los ojos, unos a otros? Los Traficantes alegan que hay un bar cerca, que ofrece excelentes promociones en cerveza, por si alguien tiene ánimo de festejar. “Happy hour” suena en el bigote de una Militar de alto rango. En fin.

     

    Labrada el acta y ante escribano, queda fundada y constituida la República adolescente de Weim.ar.

     

    El documento permanecerá en secreto, al menos, durante dos años, se prevé. Cuando las garantías necesarias para constituir una República estén dadas, y la situación internacional bajé el alborozo en cuánto a las exigencias diplomáticas. Mientras tanto, declararán públicamente vivir en una anarquía que atañe a la Nación y limita institucionalmente el desarrollo de los vínculos internacionales.

     

    Sus habitantes serán abstractos ciudadanos de una República que ignoran, cuyas leyes desconocen, y cuyos poderes públicos no los amparan. Pero ese será el marco para el pueblo de creer en una fantasía utópica, donde la legislación proviene de un saber divino, y la libertad es un manto a proteger y un petardo de gran tamaño, al mismo tiempo. Ya no habrá lugar para reproches.

     

    La delicada e invisible institucionalidad de Weimar será su límite, pero también su potencia. Allí hallará iluminación, cuando sumida en las noches más oscuras, todas las demás luces se apaguen.

     

    Motores y excusas. La dualidad de Weimar, creen los deleznables miembros de este Concilio, será la que guíe los destinos de esta República. La virtud estará subordinada al vicio, y el vicio, a su vez, subordinado a la virtud.

     

    Pensar eso último, antes de retirarse del recinto teatral, será lo que reconforte a los integrantes del Concilio secreto.

     

    ¡Viva Weim.ar! – grita una sobreviviente de la guerra de las Start-ups al percibir el guiño de ojo de uno de sus superiores, al salir del Teatro Nacional exultante.

    Un kiosquero sexagenario la mira atónito, el resto sigue caminando.

    Weim.ar Republik

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