Por varios años tuve un amigo de quien no recuerdo el nombre, uno muy raro. No solo por su personalidad paranoica y deprimente ni por siempre lucir mal vestido y cansado, sino porque él siempre decía que algo lo acechaba. Yo, quien era su amigo y vivíamos cerca, lo acompañaba todos los días después de la salida del trabajo a su casa. Durante las caminatas el seguía un estricto orden de acciones para evitar a su “acechador” al que denominaba sus mandamientos. Miraba quince veces detrás suyo como si de una religión se tratase, ni una mirada mas ni una mirada menos, me hacia de las preguntas mas personales posibles para asegurarse que era yo y no el ente suplantando mi identidad para engañarlo y así poder atraparlo y por último cerraba con más de 5 llaves su puerta que para colmo estaba blindada. Durante años se mantuvo con esta tradición que poco a poco se fue transformando en una completa normalidad para mí. Algunas veces él me decía que yo también debería cuidarme del acechador argumentando que al haber pasado tanto tiempo juntos también me estaban acechando a mí. Yo, para hacerlo sentir un poco menos loco le empecé a seguir el juego. Comencé a turnarme con el para ver quien hacia los mandamientos con el objetivo de hacer la convivencia en la caminata más divertida para mí que solo podía pensar “pobre loco”. Pero algo cambio durante ese tiempo, el empezó a verse cada vez más callado durante sus charlas, casi como si quisiese decirme algo importante. Un día cansado de esa situación le pregunte que le pasaba, el me contesto que el acechador se estaba acercando cada vez más, pero que eso no era todo. Yo le pregunte que era entonces, el me dijo que le apenaba saber que me había llevado con el a todo esto y que si fuese yo empezaría a proteger mas mi casa. Entre risas le dije que era imposible que ese acechador logré entrar a mi casa, que no me podía hacer nada ni representaba ningún peligro. Él me dijo que antes pensaba lo mismo pero que se termino dando cuenta que el acechador era real y que yo estaba pasando por el mismo proceso, me deseo suerte y a la semana se fue de la ciudad. Poco después me entere que murió en circunstancias desconocidas.
Al principio a pesar de la amargura seguí con mi vida cotidiana. Despertarse, desayunar, jornada laboral, vuelta a casa, comer, dormir y repetir. Pero, con el pasar del tiempo, el aire se empezó a sentir raro, a veces tenía extraños cosquilleos por mi cuerpo y empecé a sentirme cada vez más inquieto mientras las dudas surgían en mi cabeza ¿Qué fue lo que le ocurrió? ¿es posible que sea verdad? Un día volviendo a casa, mi nueva compañera de trabajo quien vivía cerca mío me pregunto si estaba bien. Yo, extrañado, le dije que sí, que estaba como siempre. Ella, me respondió que eso no era verdad, que me notaba cansado, que estaba mal vestido y que lo más raro era que no podía parar de mirar atrás, como si me estuvieran siguiendo.

Palme
Hago textos extremadamente cortos porque mis buenas ideas duran media hora. Escribo aca para tenerlos guardados en algun lugar
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión