Tu risa retumba en mi oído y
escucho el eco de tu voz.
No puedo evitar mover mis ojos a los tuyos,
marrones y penetrantes,
aquellos que te mantienen despierto
como un sorbo de café.
Siento el retumbar de mi corazón,
pareciera que corro una maratón,
pero es solo por la cercanía de
nuestros cuerpos.
Mi cuerpo tiembla como si temiera hacer
algo incorrecto que te haga alejar.
Mis manos dudan si tomar la tuya,
por lo que se cierran para evitar el
pensamiento que me invade.
Pienso mucho en lo que debería hacer
para terminar haciendo nada,
ya que el sobrepensar carcome mis entrañas.
No sé si debo acostumbrarme a la idea de
amarte o huir antes de que esto se
convierta en mi mayor deseo
(demasiado tarde, ya lo hizo).
Extraño cuando podía mirar tus ojos
iluminados por los rayos del sol sin
sentir nada en lo absoluto (mentira).
Quizás siempre me negué a la idea,
y soy demasiado terca para aceptarlo.
Amarte se siente incorrecto,
ilegal, pero hace que mi corazón acelere.
¿Acaso pensar (te) está mal?
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