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ABRIENDO CAMINOS A GAZA

Ludmila

Jul 12, 2025

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ABRIENDO CAMINOS A GAZA
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ABRIENDO CAMINOS A GAZA

Una causa que interpela al mundo y lo une en acciones como la Marcha Global por Gaza. Un viaje que cruza fronteras, silencios y capas profundas del bloqueo que asedia al pueblo palestino.



    Miles de personas de distintas partes del mundo, cargando con mochilas metódicamente preparadas: lo suficientemente ligeras para agilizar el paso seco sobre la arena, lo suficientemente pesadas para poder llevar agua y comida del otro lado. Miles de personas de distintas partes del mundo avanzando sobre sus pies por el desierto del Sinaí durante tres días, para llegar a Rafah, el Sur de Gaza. 

    El retrato persistía como poderoso centro gravitacional del viaje: un horizonte polvoso, inhóspito, común.

    Luca me transmite, en una sola imagen, por qué viajaban a El Cairo, la capital de Egipto. Lo relata con la mirada desenfocada, el tono firme, como si lo habitara una memoria viva. Empieza por ahí, por la encrucijada que no pudieron doblegar, el avance árido por la inmensidad del desierto que no fue, el bloqueo que no pudieron romper. Como si pudiera traer la imagen con fuerza sobre la realidad, haciéndose de las palabras.
    A nuestro alrededor, dejo de ver los movimientos pausados de la gente trabajando en silencio, los grupos de personas que, entre murmullos, vienen acompañados por un guía para conocer el lugar, dejo de ver los miles de libros que permanecen incrustados hasta lo más alto de las paredes. Estamos sentados en una esquina tenue de la Biblioteca de la Legislatura Porteña, donde Luca trabaja como personal administrativo.
      Luca tiene 26 años. Estudia Historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Buenos Aires. Milita en una organización de izquierda, desde muy joven.

    Hoy es 4 de julio. 15 días lo separan de aquel viaje.
    Originalmente, la secuencia que marcaba la marcha de todos y cada uno de los viajantes era la misma. Partirían el viernes 13 de junio desde un hotel de El Cairo hacia El Arish, en una caravana de buses. Una vez allí, emprenderían el camino a pie de 50 kilómetros de desierto que los separaba de la Franja de Gaza. Franja, que se encuentra bajo control militar, y frente a la que tenían previsto realizar un acampe, exigiendo el cese del bloqueo de las fuerzas israelíes, que impide el paso de ayuda humanitaria.
     
    Cuando habla de la semana en la que estuvo allá, exhala destellos de aceleración en cada paso que adelantan las palabras. Como si pudiera percibir la presión y la urgencia de una misión dispersa en el aire.
    En cambio aquí, el ritmo que nos rodea es silencioso, calmo, pesado. Le costó mucho bajar cuando llegó. Me dice que acá todo va muy lento. Que está seguro que va a volver, que no sabe cuándo.


                              _____________________________

    El silencio que nos envuelve es atronador. Un día más de genocidio en Gaza. Genocidio en la pantalla del mundo, aún como si fuera un secreto a voces. Como si nos atrapara una incógnita, sobre qué palabra le da nombre, qué estoy viendo cuando las imágenes sucesivas del hambre, la muerte y el aislamiento, me atraviesan los ojos sin detenerse.
      Me pregunto si al mirar el sol saliendo por el horizonte uno logra tenerle menos miedo a la muerte.
      La última cifra oficial, emitida por la Oficina Central de Estadísticas de Palestina (PCBS) el 31 de diciembre de 2024, registra 2.100.000 palestinos en Gaza; 160.000 palestinos menos que en 2023. Estimando, aproximadamente, el desplazamiento forzado de 100.000 palestinos, 11.000 personas desaparecidas y 45.484 muertes.
      La gente busca cifras.
      Los números son impactantes. No son números en realidad. Son cuerpos sin nombre sobre un territorio castigado.
        El conteo del Ministerio de Salud de Gaza, es la cifra oficial más citada internacionalmente por la metodología de su documentación. Según sus últimos informes, en marzo de este año, se contabilizaban un total de 50.021 muertes palestinas. Al día de hoy, la cifra oficial aumentó a 57.338, de las cuales 17.400 son menores fallecidos.
      Por su parte, el Estado de Israel, reconoce 1139 muertes israelíes, en el ataque perpetrado por Hamas, el 7 de octubre de 2023; de las cuales 36 corresponden a menores de edad.
    Nada puede reducirse a los números cuando hablamos de vida. Ni el horror a una fecha arbitraria. La historia reciente de exclusiones puede rastrearse desde hace más de un siglo. Es inevitable nombrar el trauma que dejó la Nakba, en 1948, revivido cada vez que Israel erige un nuevo asentamiento sobre el suelo palestino.
    El debate sobre qué nombre le dará el mundo a lo que sucede hoy en la Franja de Gaza, puede darse en términos jurídicos, discursivos, incluso sociológicos. De hecho, es desconcertante saber que el único gobierno que ha llevado hasta la Corte Internacional de Justicia la resolución urgente de este silencio ha sido el Gobierno de Sudáfrica. Denunció a Israel por genocidio. Presentando una amplia evidencia, basada en informes especiales de Naciones Unidas e investigaciones sobre el conflicto, junto con declaraciones de ONG internacionales.
      El 26 de enero de 2024 la Corte Internacional de Justicia ordenó a Israel impedir y castigar la “incitación” al genocidio. Sin exigir un alto al fuego. Un fallo de la CIJ podría tardar años, ya que debe probarse la intencionalidad genocida.
    Un Estado de apartheid, un muro de 9 metros de altura que se adentra en toda Cisjordania para controlar a la población desde 2002, “zonas de separación”, la construcción irrefrenable de asentamientos militares ilegales.
    Bloqueo de la ayuda humanitaria en Gaza.
    La limpieza étnica nunca fue una deriva no deseada. La utilización del término “limpieza étnica” es un eufemismo del genocidio.

   
                                    _____________________________


-No hubo tiempo de imaginar ninguna ciudad… Por eso el golpe fue el doble.

    Si un desierto fuese ciudad, sería El Cairo. Los edificios le recordaron a Lugano 1 y 2. Monoblocks amarillos se diseminan por un llano interminable de tonalidad sepia. Se amontonan casi cayendo sobre las autopistas, donde los autos pasan a bocinazos con una velocidad de locos. Todo el día la ciudad mantiene su cadencia: el movimiento desenfrenado, errático, ruidoso.
    No hay carriles. Los conductores se rebasan como en los jueguitos, según los huecos que se abren, la agilidad para las maniobras y la prisa que lleven.
    Los antiguos egipcios erigieron sus milenarias ciudades sobre las fértiles orillas del Nilo. Hoy, El Cairo es la mayor ciudad del mundo árabe, el epicentro de Egipto, donde viven aproximadamente veintidós millones de personas.

    Llegaron a las dos de la madrugada. Luca viajó con su compañero de la organización, Pato. En el aeropuerto egipcio, iban a encontrarse con un compañero de Brasil: Bruno; y dos de España: Salvador y Pablo. Pero lo que habían planificado empezaba a trastabillar.

-Ese avión llegó quemado, señalado.

     El gobierno egipcio tenía indicios sobre cuáles eran los países que iban a participar. El avión que venía desde España, con Salvador y Pablo, hizo escala en Estambul. Se llenó de gente que viajaba a la marcha.

    Bruno llega más temprano al aeropuerto, sale rápido para el hotel. En Migraciones, ya habían empezado a retener y deportar gente. Salvador y Pablo no safan.
    Lo que iba a ser un plan común, a partir de ese momento se transforma en miles de historias que se dispersan en El Cairo y sus alrededores sorteando distintos obstáculos.
      La información comienza a correr por los celulares, ya había redadas en los hoteles. La Marcha Global por Gaza no era algo simpático para el gobierno egipcio.

    -Che, este hotel no existe.
    El mensaje de Bruno desde un barrio que se cae a pedazos los desespera. Luca y Pato sabían que se tenían que ir enseguida del aeropuerto.
    -Teníamos que salir del aeropuerto, no teníamos hotel, y la policía estaba entrando en hoteles, tampoco sabíamos qué pasaba con la gente que detenían… entonces nos tomamos un Uber al centro. Y ahí arrancamos…

      Tres de la madrugada.

       Los movimientos eran cuidadosos, en el auto no hablaban. Cuando la ruta choca con la Estación Central de Trenes del Cairo, el propio conductor, se las marca cuál guía turístico.
      -Esta estación la hizo Al-Sisi… y a mí, hace dos años no me gustaba este gobierno, pero ahora me gusta mas.-Les dice en inglés.
        Luca y Pato fingen no saber nada y le preguntan desinteresadamente quién es, por qué le gusta.
        -Porque Egipto ahora es powerful.
     
  -¿Poderoso frente a quién?
        -Poderoso frente a Israel. Poderoso frente a Estados Unidos. Nosotros tenemos un ejército fuerte. Somos una sociedad que está dispuesta a irse a la guerra si es necesario.

    Al-Sisi gobierna Egipto desde hace 12 años, cuándo encabezó un golpe militar que destituyó a Mohamed Morsi. Morsi había sido elegido democráticamente un año antes, producto de la liberación efusiva que significó la Primavera Árabe. Una ventana de oportunidad para romper con un régimen autoritario de larga data en Egipto. Pero la efusividad revolucionaria fue llevada al silencio por nuevas botas y viejas armas.

    La logística con los compañeros que estaban acá en Argentina fue decisiva, en ese momento les consiguen una reserva en otro hotel.
    Ahí se encuentran con Bruno, para pasar una noche resguardados, pero en la que es difícil conciliar el sueño.

                            _____________________________

El día de la incertidumbre

      Desde que partieron de Buenos Aires, el viaje era incierto. No se sabía si la marcha sería permitida por el gobierno.
      Pero con el recibimiento de la ciudad, la pregunta de qué pasaba ahora con la marcha se abría para todos. Algo era seguro: había que reformular el plan.

    -Había grupos de seguridad. Todos teníamos un número, yo era el 193. Pato el 201. Teníamos que mandar un mensaje con nuestro número cada 4 horas, para avisar que estábamos bien.


      Era 12 de julio, el día previo a la movilización. Luca, Pato y Bruno elaboraban hipótesis sobre qué iba a pasar. Cómo sería el camino para llegar a Rafah.
    Empezaban a tejer redes. Necesitaban conseguir contactos que vivieran en El Cairo, por si pasaba algo y necesitaban ir a una casa. Una red local.
      Cuando salen a la calle, conocen una ciudad militarizada. Policías de civil. Policías con grandes armas desenfundadas. Escalas de seguridad para pasar a cualquier lugar.

    -Teníamos un debate permanente entre nosotros tres… ¿Hasta dónde nos la jugamos sin regalarnos?... No sabíamos qué pasaba con nosotros si caíamos. No existía ningún antecedente de un argentino detenido. Mi miedo era quedarme varado ahí por meses, por quedar en un loop diplomático.

   Tres de la madrugada.
  Israel bombardea Irán.

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Viernes 13

      -Nos mandan el plan ese mismo día.
     
    Todas las delegaciones, dispersas en ese momento en distintas zonas de El Cairo, tenían que llegar como pudieran a Ismailía, una ciudad que limita con el Sinaí.
    Inician los múltiples viajes. 

     Inician los bloqueos en la autopista. Los caminos comienzan a cerrarse.


    El ministro de Defensa Israelí, Katz, ya se había pronunciado en contra de la marcha. Ya que “pondría en peligro la seguridad del Estado de Israel”, y ellos no iban a permitirlo.
    Le dió la recomendación al gobierno egipcio de impedirla.


      Ese día la televisión no mostraba otra cosa. La noticia inundaba la ciudad. La calle se recargaba con mayor presencia policial y militar.
    Israel había bombardeado, durante la madrugada, las centrales nucleares de Irán, con una precisión quirúrgica.
      Mató científicos nucleares, altos cargos militares, entre ellos, el jefe de la Guardia Revolucionaria, y una gran mayoría de civiles.
      Había comenzado la “Guerra de los 12 Días”.

    -Ya teníamos clarísimo que no iba a ser posible llegar a Rafah. Nuestro objetivo cambió: reagruparnos, acercarnos lo más posible a Gaza, y mostrar cómo se estaba sosteniendo el bloqueo.

        -Nos fuimos del hotel sin saber si íbamos a volver.


      Capaz quedaban detenidos, capaz los deportaban, capaz no volvían. 

     El auto se dirigía hacia Ramadán, una ciudad de camino a Ismailía.
    Los cruza un retén imposible de esquivar. Peaje militarizado, caras completamente tapadas, armas largas. Mucha gente varada ahí.
      Los tres ya habían leído como otros habían logrado sortear ese obstáculo. 
    Al lado del peaje y del retén había una estación de servicio, dónde empezaba una colectora mediante la que se podía retomar la autopista principal. Los tres, en la actuación sostenida, turística, que habían mantenido todo el viaje, se hacen los despistados.
    Antes de llegar al retén, hablan con el chofer, le piden ir a la estación de servicio, que iban a parar a tomar un café. Él manejaba determinadamente. También quería esquivar el retraso del control. 

     Sintieron la mirada militar dentro del auto. Lograron pasar con suerte.
    En el retén quedan detenidas 700, 800 personas.


    Llegaban mensajes diciendo que sobre la autopista había un segundo retén. Ese si no lo pasaba nadie.
La marcha llegaba hasta ahí.
    El reagrupamiento iba a formarse al costado de una ruta.
    Piden un auto, al que le dicen que son periodistas, que había surgido esta acción y que querían ir a cubrirlo. El conductor accede, le iban a pagar más por esperar a un costado unas horas. Los deja a un kilómetro.
    Se acercan caminando, sobre el llano desértico que bordea la ruta, a la multitud de gente. Las cabezas se amontonan y se repliegan hasta la línea recta que delinean los cuerpos repetidos de las fuerzas egipcias.
    El cordón policial rompe el paisaje. 


      -Ese fue el momento más liberador. Ahí se revelan nuestros objetivos. Formábamos parte de una multitud. Ya podíamos hablar libremente de lo que veníamos a hacer.

    Los camiones que usaban esa ruta pasan tocando bocina en apoyo a la marcha. La asamblea empieza con interlocutores que hablan inglés, noruego, español, francés… Entonces se divide por idiomas.


      La línea invisible que separa al mundo de la realidad de Gaza toma diferentes formas. Hoy era aquel cordón policial que desvelaba una cosa: el bloqueo israelí se sostiene con la complicidad de los estados árabes.

    Una hora más tarde, empiezan a subir a quienes habían quedado en el primer retén a buses. No se sabía a dónde los llevaban. Empezaba a caer la noche. Les avisan que más policía estaba en camino hacia allá.
    Luca, Pato y Bruno se van en el momento justo.

    Esa noche se multiplica la entrada de la policía a los hoteles. Los últimos días el conflicto entre Israel e Irán se recrudece. Se podía cerrar el espacio aéreo. Todavía les quedaba una semana en El Cairo.
    Logran adelantar los pasajes solo dos días.
  

                      

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    Ahí la sensación de que se desate la guerra es real. Está en el aire. En la subjetividad de la gente. En cualquier momento se puede desencadenar.
    El último día del viaje, antes de volver a Argentina, un ciudadano egipcio que apoyaba la causa palestina, les decía que no era momento de hacer esto. Que Egipto no se podía arriesgar. Venía zafando, mientras que Israel estaba en una actitud ofensiva con todos los países. Lo decía en frente de un gazatí.

     Parece no haber momento para buscar soluciones a lo que pasa en Gaza. En Egipto se veía una dualidad constante. Una ciudad militarizada. Una población que tiene la causa palestina presente en banderas sobre las botellas de agua, las cajas de pizza, los comercios locales.
    Alrededor del mundo existe un movimiento que pone sus cuerpos en las calles, uniendolo a las multitudes, realizando acciones ingeniosas, enfrentando Estados que no se pronuncian, ni rompen relaciones con un gobierno que perpetua un genocidio en pleno siglo veintiuno.
  La atrocidad que acontece hoy en Gaza interpela de raíz a muchísimas partes del mundo. Es el reflejo de un mundo hostil, colonial, autoritario, capitalista, en crisis, en el que los grandes lazos económicos se imponen sobre los lazos que tendemos para desterrar los actos inhumanos, y escribir una historia diferente.
    Palestina resiste, sobre un mundo que busca normalizar cada vez más la posibilidad de vivir bajo grandes guerras, que destina miles de millones a la monstruosa maquinaria militar y calla el genocidio.
    La humanidad que hoy siente la causa palestina como propia, haciendo que cada vez más miren hacia allá, contiene la fuerza de un rastro que no se borra, y que sigue reclamando el futuro.


Ludmila

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