Algunas veces solo podés cerrar los ojos para apagar el mundo.
Otras veces solo querés que el mundo se apague
no lloras y no porque no quieras
no porque no haya ganas
sino que la poca fuerza que te queda es insuficiente.
Porque el nudo en la garganta
atornilla el momento exacto en el que el grito de desesperación y el llanto se multiplican
y se expanden hacia todo tu cuerpo.
Llega a tus manos que tiemblan
como si una de ellas la internaras en lo más profundo del mar
mientras que con la otra solo llegaras a sujetar una almohada
con el simple fin de que esta misma te de el abrazo que nunca supieron darte.
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