Hace una semana arrastro una nueva angustia, no parece tener un culpable.
La siento a la noche, cuando miro por la ventana
y siento el gusto del tabaco
en la lengua,
que se mezcla con la sal de las lágrimas
que caen de mis ojos,
se escurren en las comisuras de mis labios.
Hay algo del silencio que me reconforta,
que también me punza
hasta hacerme salir la tristeza,
vomitarla por los ojos,
por la boca,
por las palabras que escribo,
intentando purgarme de mí misma,
de esa tristeza que vive dentro mío.
Cuando todo está bien,
me pincha para sentir el dolor
que no sé aliviar,
aparece para hacerme llorar
en esta ventana, esta noche,
en una angustia casi amiga.
No peleo con ella, la dejo estar,
siempre la dejo estar.
Pero hoy, como suele suceder,
quiero correr
a los brazos de alguien que no está,
a darme un abrazo que nunca puedo sentir,
a esconderme en el pecho de quien no existe.
Ya no son algunas lágrimas:
se ha convertido más bien en un llanto.
El cigarrillo se apagó en el cenicero
y yo me abrazo,
trato de encontrar mis propias manos en mi espalda,
apoyar mi cabeza en mi propio hombro
y lloro.
Abrazada por quien me hizo llorar.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión