si una buena razón para quedarme
son nuestros escasos momentos
en aquel estado de euforia,
marcados por una pureza
y manchados de nostalgia, entonces
¿una buena razón para irme
sería el fastidioso sabor amargo
de un beso nunca dado?
nunca correspondido...
¿qué pesa más en la balanza?
es la misma pregunta
cada vez que te miro
porque todo parece tornarse
en una competencia cada vez
que rozo con tu ego.
ese ego tan enorme,
que no me permite amarte incondicionalmente,
solo porque sé que el mío
va a salir a derramar sangre
para protegerme.
y porque al final,
terminamos siendo caras distintas
de la misma vieja y gastada moneda.
como la mismísima historia que venimos arrastrando
hace años.
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