A veces no me siento talentosa.
Digamos que a veces basta una sola cosa, mÃnima, insignificante, que para mà no lo es, y todo cae.
En mi momento más positivo (o más realista, quizás), me reconozco, me veo, y sé lo que soy, quién soy.
Como dije, yo misma me desconozco cuando me equivoco, siento que no soy nada, me descoloco.
Sé de lo que soy capaz, sé que soy talentosa en muchas cosas y que me convertà capaz en otras. Pero a veces una sola destroza todo.
No falta la gente que te ve y te trata como si de una diosa caÃda en desgracia se tratara. Esa que siente que ahora que estás en su nivel (niveles que solo ellos ven), tienen el derecho a destrozarte, descuartizarte y burlarse.
Requiere elegancia no inmutarse. Corro con ventaja porque la gente no sabe lo que pienso, solo ven como no me muevo. Ellos creen que no le doy importancia, no saben que no duermo.
Entonces empezás a hacerte experto en ver patrones que otros no ven, a calcular cada movimiento con una exactitud que da miedo. Dones que no podés usar, porque ser buena persona está primero (y no crear vÃnculos falsos también). Te sentÃs como si estuvieras detrás del telón. Ves todo desde dentro, pero ellos no te ven.
Es cansador entonces, todo. La gente que no te ve, pero te ve. Te ve solo por lo que podés hacer, pero nadie realmente te ve. Aunque vos te dedicás a realmente verlos. SentÃs que estás entre la espada y la pared, cada movimiento calculado para no caer.
Entonces cuando no me siento talentosa, cuando siento que voy a caer, levanto la cabeza, elijo ver. No me cubro los ojos con el velo de preocupaciones, no dejo que me condicione y, a pesar de todo, del miedo, de la angustia, abro los ojos y me veo.
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