a veces le pregunto al cielo cómo respirar

en un remolino de inquietudes encuentro la desidia de certezas ilusorias. me llamo al encuentro de revoluciones íntimas, como si el cuerpo pudiera definirse, como si el cuerpo fuera algo más que un concepto, una idea, algo con lo que somatizar, algo que destruir. la melancolía es el perfume que visto todos los días, si dejo de lagrimear podría volverme mártir.

uno construye a mano los dados que deparan su suerte. crecer en un mundo que no es para uno: soy fuerte. no soy fuerte. ojalá desterrar las innumerables desazones. mentí, le debo algo al destino, pero no sé qué. como borges, cometí el peor de los pecados: no fui feliz, pero la felicidad es moldeada en efímeros pasajes alados. no es filosofía, es vivir.

espero alguna vez dejar de ser agua. espero nunca dejar de serlo. en el vaivén de posibilidades vitales y álmicas me veo lejana. siempre lejana. conmigo no estoy al día, con el mundo menos. mentí, no le debo nada al destino. quizás un par de sueños cumplidos. pero estoy en falta, pero el amor me basta, pero al viento le hablo y me abraza.

te odio porque tanto te amé. me odiás porque tanto me amaste. como con todo, mi amor. ¿cómo todo me parte en dos? qué placer y qué incorrecto el odio después del amor. tan incorrecto y tan comprensible que al fin me sentí humana. la paradoja definitiva. un ser abstracto, totalmente equivocado. ¿qué más queda? nada más.

una ola de mar se atravesó en tu mirada. pero es que si yo entiendo al abismo, ¿por qué me condena tanto? me percato de mi tono ingenuo. escribo de forma desordenada y pretenciosa como si no fuera mediocre y tal vez prefiero que sea mediocre mientras sea genuino. estoy cerca pero lejos, la desdicha siempre es interna, el amor un tiro al vacío, la suerte un par de dados mal hechos.